George Wald (1906-1997) fue un científico estadounidense conocido por sus trabajos con pigmentos en la retina. En 1967 recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología que reconocía su labor sobre la bioquímica de la visión.
Wald es un ejemplo de un científico ateo que en base a la evidencia científica, llegó a señalar la irracionalidad del propio el evolucionismo a la hora de explicar el origen de la vida.
Hacia el año de 1864, Louis Pasteur refutaba de forma definitiva la superstición pseudocientífica de la generación espontánea, y en cambio planteó La Ley de Biogénesis, que estipula que "todo ser vivo proviene de otro ser vivo pre-existente."
George Wald seguía aferrado en su negación de la verdad eterna de que debía haber un Creador (a pesar de que era científico y sabía que las evidencias indicaban otra cosa). En 1954, siendo aún un ateo acérrimo, George Wald escribió en Scientific American:
“La opinión arreglada era creer en la generación espontánea; la única alternativa era creer en un solo hecho principal de la creación sobrenatural. No hay una tercera posición.
La mayoría de los biólogos modernos, habiendo examinado con satisfacción la caída de la hipótesis de la generación espontánea, pero aun estando indispuestos a aceptar la creencia alternativa de la creación especial, se quedan sin nada...
Cuando se trata del origen de la vida sólo hay dos posibilidades: Creación o generación espontánea. No hay una tercera opción.
La generación espontánea fue refutada hace cien años, pero eso sólo nos lleva a una sola conclusión diferente: la de la creación sobrenatural.
No podemos aceptar eso por razones filosóficas, por lo tanto, escogemos creer lo imposible: ¡que la vida surgió espontáneamente por casualidad!!” (George Wald, 1954, “The Origin of Life,” Scientific American, 191 [2]: 45-46; 48).
"La generación espontánea, [la idea de] que la vida surgió de la materia inerte, fue algo refutado científicamente, hace 120 años, por Louis Pasteur y otros. Eso nos deja con la única conclusión posible d que la vida surgió como un acto creativo sobrenatural de Dios.
No aceptaré eso filosóficamente, porque no quiero creer en Dios; por lo tanto, elijo creer en lo que yo sé es científicamente imposible; la generación espontánea que como algo surgido de la evolución". (Wald, George, "Innovation and Biology", Scientific American, Vol. 199, septiembre 1958, p. 100)
Este es el ejemplo perfecto de que el evolucionismo ateísta no busca la verdad en la ciencia, porque si lo hiciera, sería guiado a Dios, como ocurrió con Bacon, Kelvin, Heisenberg, y otros.
Sin embargo, después de un gran periodo de negación, Wald se vio obligado a modificar un poco de opinión, aunque siguiendo con la incertidumbre y rechazando la existencia de Dios, prefirió optar por una especie de misticismo materialista, para nada sensato.
Durante la década de 1980, en su artículo "La Vida y Mente en el Universo" (1984), y en su discurso ante el Primer Congreso Mundial para la Síntesis de Ciencia y Religión (1986) celebrada en Bombay, George Wald señaló:
“Llego al fin de mi vida como científico enfrentando dos grandes problemas. Ambos están arraigados en la ciencia, y me aproximo a ellos sólo como científico. Sin embargo, creo que ambos están irrevocablemente - por siempre - inasimilables como ciencia, y eso es duramente extraño ya que uno implica la cosmología, el otro [el origen de] la consciencia.
1) El problema de la conciencia era difícil de evitar por alguien que ha pasado la mayor parte de su vida estudiando los mecanismos de la visión. Hemos aprendido mucho, esperamos aprender mucho más, pero nada de eso trata, o ni si quiera apunta, por más que tentativamente, el sentido de lo que significa ver.
Nuestras observaciones en el ojo humano y el sistema nervioso y en aquellos de las ranas son básicamente parecidas. Yo sé que yo veo, pero ¿una rana ve? Reacciona a la luz, también lo hacen las cámaras, las puertas de garaje, cualquier número de dispositivos fotoeléctricos. Pero, ¿ve? ¿Es consciente de que está reaccionando?
No hay nada que puedo hacer como un científico para contestar a esa pregunta, no hay manera en que yo pueda identificar la presencia o la ausencia de conciencia. Creo que la conciencia es una condición permanente que involucra a todas las sensaciones y a la percepción. La conciencia me parece ser completamente impenetrable para la ciencia.
2) El segundo problema está relacionado con las propiedades especiales de nuestro universo. La vida parece crecientemente formar parte del orden de la naturaleza. Tenemos sobradas razones para creer que nos encontramos en un universo permeado por vida, en el que la vida surge inevitablemente, con el tiempo suficiente, cuando sea que dan las condiciones que la hacen posible. Sin embargo, si algún número de las propiedades físicas de nuestro universo fueran algunas de ellas básicas, otras aparentemente triviales, casi accidentales - esa vida, que ahora parece ser tan frecuente, sería imposible, aquí o en cualquier lugar. No hace falta mucha imaginación para concebir otros universos posibles, cada una estable y viable en sí mismo, pero sin vida. ¿Cómo es que, con tantas otras opciones aparentes, estamos en un universo que posee justo ese peculiar vínculo de propiedades que engendra vida?
Con lo expuesto es imposible no dejar de señalar las incongruencias de la teoría del big bang, el evolucionismo, el cientifismo, el materialismo, y - en resúmen - del ateísmo:Se me ha ocurrido últimamente - debo confesar con algo de conmoción a mis primeras susceptibilidades científicas - que ambas cuestiones pueden ser provocadas en cierto grado de congruencia. Esto es con la asunción de que [una] mente... ha existido siempre como la matriz, la fuente y la que pone condiciones para la realidad física - que el material del que se compone la realidad física es materia-mental. Es [una] mente la que ha compuesto un universo que engendra la vida.” (George Wald, 1984, “Life and Mind in the Universe”, International Journal of Quantum Chemistry: Quantum Biology Symposium 11, 1984: 1-15)
La creencia de que en el principio no había nada, y la nada se contraía, hasta que, sin ninguna causa, la nada explotó y algo se formó organizadamente en exactísimos sistemas y planetas acomodados perfectamente, con nada de vida. Y luego (accidentalmente) en la generación espontánea se formó la vida y las bacterias fueron creciendo y creciendo, y se transformaron en otros seres complejamente formados que se re-organizaron hasta la auto-replicación de complejísimas formas de vida que se volvieron seres auto-conscientes,de los cuáles, muchos creen en Dios.
En contraste a los problemas que señala George Wald, el también Premio Nobel (de Física), Arthur H. Compton declaró:
"A medida que aprendemos más acerca de nuestro mundo, la probabilidad de éste de haber resultado procesos aleatorios se hace cada vez más y más remota, por lo cuál muy pocos de los que verdaderamente son hombres de ciencia hoy en día defenderán una actitud atea." (Compton 1935, p. 73)
«....es indiscutible que donde hay un plan, hay inteligencia - un universo ordenado, y desarrollado testifica la verdad de la declaración más majestuosa jamás pronunciada: 'En el principio, Dios...' » (Compton 1936).
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