Sir Nevill Francis Mott (1905-1996) fue un físico británico reconocido por su trabajo sobre la estructura electrónica de los sistemas magnéticos, especialmente de semiconductores amorfos.
Su investigación junto a Philip W. Anderson logró aclarar las razones por las cuales los materiales magnéticos o amorfos pueden ser metálicos algunas veces y aislantes en otras ocasiones.
En 1973, Mott fue galardonado con la Medalla y le Premio A. A. Griffith y enero de 1977 fue galardonado con el Premio Nobel de la Física, en reconocimiento a sus investigaciones históricas sobre propiedades magnéticas y eléctricas de semiconductores no cristalinos.
Nevill Mott era nieto del famoso médico naturalista y explorador John Richardson, e hijo de Charles Francis Mott y Lilian Mary Reynolds, investigadores del prestigioso Laboratorio Cavendish J. J. Thomson de la Universidad de Cambridge.
Asimismo, Nevill Mott fue educado en el Cliffton College de la Universidad de Cambridge donde estudió matemáticas y física teórica y se graduó en 1930. Posteriormente trabajó como profesor de física en la Universidad de Bristol (1933-1954).
Realizó investigaciones dirigidas por R. H. Fowler en Cambridge, por Niels Bohr en Copenhagen, y por Max Born en Göttingen. Pasó un año como conferencista en Manchester junto a William Henry Bragg antes de aceptar el puesto de conferencista en Cambridge. Desde 1933 trabajó en el Laboratorio Rutherfod en la teoría de las colisiones y con problemas de la física nuclear hasta que se volvió el director del área de física teórica en Bristol. En la década de 1940 se volvió Presidente de la Asociación Británica Científica Atómica.
En 1954 se volvió profesor de física en la Universidad de Cambridge donde trabajó en comités académicos hasta 1971. De manera destacada, fungió como Presidente de la Unión Internacional de Físicos (1951-1957) y recibió más de 20 títulos honorarios, incluyendo un Doctorado en Tecnología en Linkôping.
Publicó investigaciones importantes como "La teoría de las colisiones atómicas" (junto a H. S. W. Massey), "Procesos electrónicos en cristales iónicos" (junto a R. W. Gurney) y "Procesos electrónicos en materiales no cristalinos" (junto a E. A. Davis). Fuera del ámbito de la física, su dirección fue fundamental para reformar la educación de la ciencia en el Reino Unido y participó en comités para resolver problemas educativos. Publicó también una autobiografía, "Una vida en la ciencia" (Taylor and Francis" y una prolífica cantidad artículos científicos de temas tan diversos como mecánica de ondas, física nuclear, propiedades de metales, cristales iónicos, semiconductores y lentes, y la naturaleza de la superconductividad (Lundqvist, 1992:401-402).
Su investigación junto a Philip W. Anderson logró aclarar las razones por las cuales los materiales magnéticos o amorfos pueden ser metálicos algunas veces y aislantes en otras ocasiones.
En 1973, Mott fue galardonado con la Medalla y le Premio A. A. Griffith y enero de 1977 fue galardonado con el Premio Nobel de la Física, en reconocimiento a sus investigaciones históricas sobre propiedades magnéticas y eléctricas de semiconductores no cristalinos.
Recuento biográfico
Nevill Mott era nieto del famoso médico naturalista y explorador John Richardson, e hijo de Charles Francis Mott y Lilian Mary Reynolds, investigadores del prestigioso Laboratorio Cavendish J. J. Thomson de la Universidad de Cambridge.
Asimismo, Nevill Mott fue educado en el Cliffton College de la Universidad de Cambridge donde estudió matemáticas y física teórica y se graduó en 1930. Posteriormente trabajó como profesor de física en la Universidad de Bristol (1933-1954).
Realizó investigaciones dirigidas por R. H. Fowler en Cambridge, por Niels Bohr en Copenhagen, y por Max Born en Göttingen. Pasó un año como conferencista en Manchester junto a William Henry Bragg antes de aceptar el puesto de conferencista en Cambridge. Desde 1933 trabajó en el Laboratorio Rutherfod en la teoría de las colisiones y con problemas de la física nuclear hasta que se volvió el director del área de física teórica en Bristol. En la década de 1940 se volvió Presidente de la Asociación Británica Científica Atómica.
En 1954 se volvió profesor de física en la Universidad de Cambridge donde trabajó en comités académicos hasta 1971. De manera destacada, fungió como Presidente de la Unión Internacional de Físicos (1951-1957) y recibió más de 20 títulos honorarios, incluyendo un Doctorado en Tecnología en Linkôping.
Publicó investigaciones importantes como "La teoría de las colisiones atómicas" (junto a H. S. W. Massey), "Procesos electrónicos en cristales iónicos" (junto a R. W. Gurney) y "Procesos electrónicos en materiales no cristalinos" (junto a E. A. Davis). Fuera del ámbito de la física, su dirección fue fundamental para reformar la educación de la ciencia en el Reino Unido y participó en comités para resolver problemas educativos. Publicó también una autobiografía, "Una vida en la ciencia" (Taylor and Francis" y una prolífica cantidad artículos científicos de temas tan diversos como mecánica de ondas, física nuclear, propiedades de metales, cristales iónicos, semiconductores y lentes, y la naturaleza de la superconductividad (Lundqvist, 1992:401-402).
A principios de la década de 1990, Nevill Mott se dedicó a la edición de un volumen de artículos escritos por famosos científicos sobre la importancia de las creencias religiosas y el sistema de comunicación ente religión y ciencia.
La obra fue titulada "¿Los científicos pueden creer?: Algunos ejemplos de la actitud de los científicos a la religión" (enero, 1991) y se trataba de una colección de ensayos que provocaban a la reflexión y, a manera de antología, una serie de distinguidos científicos y teólogos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, todos con sólida formación científica y profundas creencias religiosas en la tradición judeo-cristiana, exponían sus respuestas personales de maneras diversas (Londres, James & James). En su Introducción, Mott escribió:
"Yo no fuí criado en ninguna fe religiosa. Mis padres, educados como físicos, de familias que eran de la Iglesia de Inglaterra, se casaron en una Iglesia Unitaria, pero más tarde perdieron el interés por la religión organizada y durante mi niñez rara vez se me llevó a un servicio, a pesar de que asistí de forma obligada a la capilla de la escuela en esta interesante materia. Tuve poco interés en religión hasta la edad de cincuenta años. Entonces, como director del Laboratorio de Cavendish en Cambridge, el Vicario de la Iglesia Universitaria, Mervyn Stockwood, me pidió que me uniera a otros científicos destacados al dar pláticas en su iglesia sobre la ciencia y la religión. Esto me llevó a leer algo de teología y despertó mi interés; la plática que di [en 1957] está publicada en mi autobiografía. . .
Mi conclusión en ese tiempo fue que la verdad, como la entendemos en la ciencia, y la verdad en la religión, no son la misma cosa. Desde entonces, he asistido frecuentemente a servicios en iglesias anglicanas o en mi capilla de la universidad, y ahora vivo retirado en un pueblito de Bedfordshire, Aspley Guise, donde mi esposa y yo somos feligreses regulares. Siempre, cuando escucho las sonoras palabras del credo 'descendió al Infierno, y se levantó de los muertos' me pregunto a mí mismo qué clase de verdad se afirma y qué significado tienen para mí como físico. ¿Qué tanto significado puedo aceptar de la doctrina del cristianismo, como la define, por ejemplo, David Winter, que fue el antiguo director de radiodifusión religiosa en la BBC? Él dice, primero que nada, que es 'la creencia de que Dios existe; Él es santo, justo y misericordioso. Nosotros hemos desobedecido sus leyes y ahora estamos sufriendo las consecuencias inevitables de esa desobediencia -- y las sufriremos en la eternidad si seguimos siendo como somos. Dios ha enviado a su hijo, Jesús, para ser el Salvador del mundo. Él murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó a la vida otra vez. Ahora nos ofrece perdón y vida nieva si ponemos nuestra confianza en él: tendremos la salvación de las consecuencias de nuestra rebelión'.
Cuando mi esposa y yo nos mudamos al pueblito donde vivimos ahora, el vicario actual, con quienes discutimos mis creencias, me dijo que algunos de los que venían a su iglesia querían seguir haciéndolo pero estaban preocupados de no poder aceptar literalmente todo lo que escuchaban allí en los servicios religiosos. Él me dijo que podría ser de ayuda y afirmación para ellos si yo, como científico, pudiera dar algunos 'sermones' mostrando cómo podría ser posible adorar y sin embargo interpretar o incluso prescindir de algunas cosas que se dicen... Esta es la razón por la cual he editado este libro.
Vivimos en una época en la que, no solo en la Iglesia Anglicana y no sólo entre los cristianos, la creencia en la verdad literal de los escritos religiosos está ganando mayor fuerza y en la religión el liberalismo se está volviendo una palabra sucia. Al mismo tiempo hay mucha gente que son de carácter liberal, y que se sienten atraídos a las iglesias por su enseñanza ética, y tienen un tipo de creencia en Dios, pero no sienten que puedan aceptar de forma literal todo de una fe como la que describe el Sr. Winter. Estoy lejos de criticar a aquellos que creen en lo segundo; cada ser humano debe encontrar las creencias que le ayuden a acercarse a Dios. Sin embargo, algunas personas del primer tipo me han preguntado '¿cómo es que otros científicos que van a la iglesia, capilla o sinagoga se enfrentan a estas cuestiones?
He tenido muchas ganas de averiguar cómo es que mis compañeros científicos que asisten a lugares de adoración tratan ello, y estoy agradecido por su disposición a contribuir en este libro, tanto aquellos que han escrito previamente en esta materia, como aquellos para quienes es una nueva experiencia. Como Voltaire escribió: 'La fe consiste en creer cuando está más allá del poder de la razón el creer', y no encontré ni esperaba que su ciencia dirigiera a todos mis autores a las mismas conclusiones. Pero si parece es que la fe y la ciencia pueden coexistir" (Mott, 2013:1-2).
Como el mismo físico lo explicó, los puntos de vista de cada contribuyente de la antología no concordaron en todos los aspectos, dado que cada uno estaba influido en una experiencia científica particular y una afiliación religiosa. Sin embargo, todos los científicos abordaron una amplia gama de problemas de interés para todos los interesados en armonizar sus creencias religiosas con la teoría y la práctica científica actual. Uno de los científicos que contribuyó en esta obra fue el también receptor del Premio Nobel, John Eccles, cuyos pensamientos hemos tratado en Creyentes Intelectuales.
En palabras del autor, las divergencias de opinión no fueron tan significativas como los acuerdos y sus puntos de vista fueron esclarecedores de muchos aspectos de estos grandes temas. El propio Profesor Mott escribió un artículo en dicha obra donde habló primero en tono personal y enseguido desarrolló su argumento explorando cuestiones que le llevaron a abrirse a la religiosidad cristiana y a rechazar el cientifismo, llegando a la conclusión de que Dios es absolutamente necesario para explicar la esencia de las leyes científicas, el origen de la conciencia humana y el propósito de la vida:
"Sólo puedo hablar a partir de una experiencia personal. Escribo como un hombre que no fue criado en la fe cristiana ni en ninguna otra, y que, aunque siempre tuvo una vaga creencia en Dios, mi interés por la doctrina comenzó a la edad de cincuenta, cuando como profesor de física en Cambridge, el obispo anglicano Mrevun Stockwood, entonces Vicario de la Iglesia de la Universidad, me pidió que diera una serie de pláticas sobre ciencia y religión. Por esto leí una gran cantidad de textos y llegué a la conclusión de que la palabra 'verdad' tiene muchos significados.
Hay una verdad científica, la cual siempre es provisional, nunca susceptible a la prueba (de acuerdo a Karl Popper), sino solamente a la falsificación, y sin embargo aceptado desde Washington hasta Moscú. Hay una verdad ordinaria del día a día, como cuando alguien dice que hay una universidad en Cambridge o que el Príncipe Charles es el hijo de la Reina Elizabeth. Y luego está la verdad religiosa, que me parece bastante distinta, aunque pienso que muchos creyentes la identifican con la verdad del día a día. Las verdades religiosas ciertamente no se creen desde Washington hasta Moscú, y que tampoco estarían en completo acuerdo en un mismo pueblo o villa en nuestro propio país... algunas personas dirían que las verdades religiosas son 'relativas', lo cual significa que una doctrina puede ser verdadera para ti, pero no para mí, o viceversa...
Yo personalmente llegué a sentir que la verdad religiosa dentro de la tradición cristiana es una declaración o una doctrina consagrada durante siglos de creencia cristiana, acerca de aquello en lo que todos nosotros deberíamos meditar y tratar de encontrar si tiene significado para uno... He dado a entender que algunas verdades religiosas tienen significado para mí y no habría dicho nada en este ensayo si no fuera así; probablemente nadie lo leerá si rechazan la religión irremediablemente. Pero yo encuentro significado en la idea de Dios y busco entendimiento acerca de su naturaleza dentro de la Iglesia Cristiana. . .
Mi premisa es que Dios se relaciona con los hombres y mujeres que le buscan, y que Él obra dentro de la ley natural. Esta es un premisa con la que comienzo, creyendo que muchos científicos y otras personas la comparte... Espero demostrar que esta creencia es compatible con la creencia en lo sobrenatural y en Dios...
Aunque, como yo lo creo, las leyes científicas no son rotas, hemos llegado a conocer desde la formulación de la teoría física llamada mecánica cuántica en 1926, que las leyes de la naturaleza no son absolutamente deterministas. No tenemos que creer que el futuro está totalmente determinado por nuestro presente, como si el hombre fuese una máquina. Sé que un gran científico (Einstein) dudó de esto, y entre los físicos han habido grandes esfuerzos de formular la mecánica cuántica de manera determinista. A mí no me convences tales intentos, y no veo nada, por tanto, en las leyes de la física y la química, que me prevengan de creer en el libre albedrío, de que el futuro no está determinado.
Para mis lectores que no han estudiado la ciencia física, trataré de explicar lo que esto significa. El extraordinario éxito de Isaac Newton (1642-1727) al formular las leyes de la mecánica y la gravitación demostraron que las posiciones de los planetas y los cometas en muchos años hacia el futuro podrían calcularse teniendo medidas adecuadas de las posiciones presentes y de la velocidad y dirección de su movimiento. Cuando un planeta no era calculado exactamente al respecto, los matemáticos deducían que otro planeta desconocido (Neptuno) debía ser el responsable, a través de su atracción gravitacional y fueron capaces de decir dónde estaba; los astrónomos buscaron el planeta y lo encontraron. Incluso la profunda modificación de Einstein de la ley de la gravitación y de la naturaleza del espacio y el tiempo no cambió esto; sólo demostró que el cálculo sería cambiado muy levemente; todo esto era determinista y para los planetas el futuro aún es predecible si sabemos lo que ocurre ahora...
Con este éxito en la astronomía y el subsecuente desarrollo de la física de átomos y electrones hasta 1925, no había evidencia convincente de que las leyes que gobiernan el movimiento de la materia en todas partes no son del mismo tipo; dadas las posiciones de toda partícula y la dirección y la velocidad de su movimiento, su futuro comportamiento se creía que estaba determinada, y basado en el principio, podría ser calculado. Y ya que estamos construidos de átomos, el hombre debía ser una máquina. Obviamente no todos creían esto; el Dr. Samuel Johnson (nacido en 1709) con su frase, 'Señor, sabemos que la voluntad es libre y que hay un propósito en ella', ciertamente no lo creía. Pero para un físico era difícil escapar de la conclusión de que, si las leyes de los organismos vivos eran las mismas que aquellas de la materia inanimada, entonces todo estaba determinado. Una vez más, parecía que el único rol de Dios era haber puesto las cosas en marcha y mirar.
En los primeros años de 1925, como resultado de una investigación exhaustiva por un pequeño grupo de científicos muy talentosos, se llegó a descubrir que las leyes que gobiernan el comportamiento de los átomos y los electrones no son de este tipo en lo más mínimo; son, más bien, estadísticas. Para demostrar lo que esto significa, acudo al fenómeno de la radioactividad. Los materiales radioactivos se desintegran emitiendo partículas que se mueven rápidamente; pero, para en un átomo específico, uno no conoce si esto ocurrirá mañana o muy lejos en el futuro. Uno solo que, de los millones de átomos en un especímen típico, una proporción conocida se desintegrará hoy.
Hasta 1926 se había esperado que con el tiempo los físicos pudieran ser capaces de echar un vistazo al interior del átomo y observarlo a ver si está ebulliciendo por la explosión que expele una parte de sí mismo. Pero se probó que esto no es así; si uno tratara de ver ene le interior del átomo, uno lo perturbaría tanto que uno lo golpearía haciéndole pedazos. Uno no puede, ni siquiera en teoría, medir al mismo tiempo la posición y la velocidad del movimiento de una partícula. Cada vez que se mide uno, se le altera e introduce una determinada incertidumbre en el otro. Esto es llamado el principio de incertidumbre, enunciado por el físico alemán, Werner Heisenberg, y aparece en todos lados de la física atómica.
Ya que sabemos que los átomos se van a desintegrar, pero no podemos determinar de ningún átomo cuándo ocurrirá esto exactamente, las leyes que gobiernan su comportamiento no pueden ser sino sólo estadísticas. Pensar que siempre permanecerán así es, por supuesto, una hipótesis. Un punto de vista distinto es presentado en este volumen en el ensayo del Dr. P. E. Hodgson; pero mi punto de vista personal es que lo harán. Yo sólo puedo decir que el principio de incertidumbre nos ha librado de un determinismo en su forma más rígida, y por tanto no veo ningún obstáculo en la física que impida mi creencia en el libre albedrío.
¿Qué hay de la psicología - una ciencia distinta de la física y la química? ¿Es ésta capaz de predecir el comportamiento humano? Los seguidores más entusiastas del conductismo radical del hombre, tales como Burthus Frederic Skinner, podrían decir que sí se puede. Pero quizá, a lo mucho, el diría que el estudio del comportamiento en humano en situaciones específicas es un método experimental válido para ganar algo de percepción sobre la forma en que trabaja la mente, más promotedor como ciencia que 'mentalismo' que busque entenderla por introspección. No creo que la escuela de Skinner esperaría, a través de la psicología conductista, reducir al hombre a una máquina.
Creo, también, que ni la ciencia física ni la psicología podrán jamás 'explicar' la consciencia humana. Hay algo que yace aquí afuera de la ciencia. Siento que la observación del Dr. Johnson sigue siendo tan aceptable hoy en día como entonces. Sin nuestros cuerpos con sus moléculas y las corrientes eléctricas en nuestros cerebros, no podríamos tener nuestra conciencia, pero ubico nuestra conciencia fuera de la física y la química y fuera de la física y la química, y por encima de ellas, así que la llamo algo sobrenatural -- o una especie de milagro en el que yo creo.
Esta creencia de que la conciencia yace, en principio, fuera de la ciencia, ha sido fundamentada hábilmente en una conferencia del Eddington Memorial, 'La ignorancia invencible de la ciencia' de Sir Brian Pippard, mi sucesor en la cátedra de física en Cambridge. Él no utiliza la palabra "milagro", ni relaciona esta afirmación a ningún tipo de divinidad, y no tiene deseos de hacerlo. Él simplemente argumenta, no sólo que la conciencia no es en este momento comprendida por las leyes de la física, sino que no puede comprenderse de esa manera...
Para mí, entonces, la conciencia humana se encuentra fuera de la ciencia, y es en este punto donde busco la relación entre Dios y el hombre. Llamo a esto algo milagroso -- y si soy culpable de buscar a un Dios para llenar un hueco en la ciencia, no estando de acuerdo con los escritos de mi amigo el difunto Charles Coulson, reclamo (junto a Pippard) que existe una brecha permanente en esta cuestión, y es aquí donde el milagro de la acción de Dios debe encontrarse. Así que es en este concepto, que nuestra consciencia está por encima y fuera del campo de la ciencia, en el que debo buscar entender a Dios y cómo Él se relaciona con el hombre...
Para mí, como científico, no pienso que mi ciencia y religión entren en conflicto, pero a pesar de ello siento que, en el mundo contemporáneo, debo usar dos sombreros: el científico y el religioso o numinoso... en mis creencias personales, fui admitido en la Iglesia Anglicana en base a una declaración de que creía en Dios y de que para nosotros en Occidente la manera de llegar a un entendimiento de Él es a través de Jesús, pero nada más. Por lo tanto asisto a una parroquia de una iglesia local y, de vez en cuando, a la capilla universitaria en Cambridge...
En la historia de la humanidad, por tanto, para mí, la consciencia del ser humano, su libre albedrío, su relación con Dios y Dios mismo yacen en el lado sobrenatural de la barrera que separa la ley natural de lo sobrenatural.
Para otros, estas palabras pueden carecer de significado. Pero para mí, tenemos este misterio de la consciencia humana existiendo junto a la ley natural, y para darle significado, una creencia en un Dios que está fuera de nosotros se ha vuelto necesaria para mí. Sin esa creencia en el incognoscible que llamamos Dios, la vida puede parecer un cuento contado por un idiota. Yo creo en Dios, por tanto, porque deseo hacerlo -- para darle significado a la vida humana.
Busqué lo que [Hans] Küng tiene que decir acerca del origen de la fe: ¿es que acaso uno --desea-- creer? Él escribe en 'Acerca de ser cristiano' (p. 162):
"¿Es la fe cristiana un asunto de conocimiento?Percibir a la fe como simplemente un acto de conocimiento, como si fuese conocimiento teórico, como aceptación de la verdad de los textos bíblicos o los dogmas eclesiásticos, incluso como un consentimiento para más o menos afirmaciones improbables: eso es un malentendido intelectualista de la fe.
¿Es la fe una cuestión de un esfuerzo de la voluntad?
Entender la fe meramente como un acto de la voluntad, como una resolución de la voluntad en vista de evidencia inadecuada, como una aventura ciega, como un 'credo quia absordum', incluso como un mero deber de la obediencia, eso es un malentendido voluntariado de la fe.
¿Es la fe cristiana una cuestión de emoción?Percibir la fe meramente como un acto de sentimiento, como una emoción subjetiva, como un acto de fe (fides qua creditur) sin ningún contenido de fe (fides quae creditur); en el que el hecho de creer es más importante que aquello en lo que uno cree: eso es un malentendido emocional de la fe.La fe cristiana no es ninguna de estas cosas. En absoluta confianza y completa dependencia, el ser humano entero con todas las facultades de su mente se compromete con el mensaje cristiano y con aquél que lo anuncia. Es simultáneamente un acto de tener conocimiento, voluntad y sentimiento, una confianza que incluye una aceptación del mensaje y de la persona como algo verdadero".
Por supuesto, él no lo hace algo que sea enteramente un acto de la voluntad -- pero para mí el acto de la voluntad viene primero.Además de esto, estoy profundamente influido por la cultura histórica de nuestra nación. Recuerdo, como estudiante que viajaba en Norfolk en bicicleta, haber visto desde la cima de una colina en el campo plagada con las torres de iglesias, construidas a lo largo de épocas de fe. Sentí, y todavía siento, que la fe que produjo tanta belleza por toda Europa no podría ser totalmente una ilusión. Todas las generaciones han morado a la verdad religiosa a través de las escenas mundiales de su época -- como enfatizó tan a menudo Bultmann -- y las suyas en el siglo trece eran enteramente diferentes de las nuestras. Pero necesitamos buscar la verdad que no depende de los cambios de nuestra cultura.
Creyendo, por tanto, en la necesidad de formarnos un concepto de Dios, he querido asociarme con otros que también lo hacen. Esto significa que quiero adorar junto a otros en una iglesia... Dentro de la Iglesia de Inglaterra como ministros ordenados se encuentran aquellos como Don Cupitt, que parece no creer en un Dios externo en lo absoluto, y en el extremo opuesto aquellos que toman literalmente la fe cristiana como la describe el Sr. Winter, que cito en mi introducción. Yo no quiero una iglesia -- como la de Roma -- que te dice estrictamente lo que debes creer. No veo como es que ese tipo de autoridades pueden existir en la tierra. Si alguno escoge aceptarla de parte de Roma, eso es una cuestión de voluntad también...
Nosotros tenemos en nuestra religión la doctrina de la Vida Eterna. Küng, en su libro '¿Vida Eterna?', escribe que debemos aceptar esta mediante la confianza en Dios, pero que ésta yace 'fuera del tiempo' y nos resulta inimaginable en su totalidad. Pero quizá, si dejamos la ciencia y acudimos a la poesía, el concepto de 'fuera del tiempo pueda ayudar. La poesía de T. S. Eliot en 'Burnt Nortion' dice:
'Tiempo presente y tiempo pasado
Quizá son ambos presente en el tiempo futuro
Y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado
Si todo el tiempo es eternamente presente
Todo el tiempo es irredimible'.
Quizá -- en términos poéticos -- nosotros y Poncio Pilato podamos retener nuestro libre albedrío, y Dios, 'fuera del tiempo' lo conoce todo... Para resumir: brillando a través de las neblinas de la historia, podemos ver a un ser humano que caminó cerca de Dios, y quizá de manera única...
Debo creer de la manera más firme que todos los individuos deben ser libres de creer sólo aquellas doctrinas que les ayudan en su acercamiento a Dios. Tengo la esperanza y la creencia de que esto siga siendo así en la Iglesia Anglicana. Quiero pertenecer a una iglesia que reconozca que hay muchas formas de acercarse a Dios y pueda ofrecer sabiamente los confines de la creencia, pero al mismo tiempo, que nos predique al Dios externo, que a través de las enseñanzas de Jesús y sus seguidores a través de los siglos, nos abra en nuestra relación con Él" (Sir Nevill Francis Mott, "Christianity without miracles?"; traducido a partir de "Can Scientists Believe?"; Londres, James & James. Science Publishers Ltd, 1991; pp. 8-15; 2013; Routledge).
En 1992, Margenau & Varghese publicaron otra antología de ciencia y religión, titulada "Cosmos, Bios, Theos", en la cual, se encontró, entre muchas otras, la publicación de una entrevista a Nevil Mott En su contribución, Mott reiteró su rechazo al cientifisismo (la pretención de que los científicos pueden comprenderlo todo) y su apertura a la religiosidad y al conocimiento de Dios:
“Mucha gente de mi generación viene de familias con algunas creencias religiosas, que luego abandonan cuando crecen. Esto fue así también con mis padres, y a mí se me crió para respetar la ética cristiana pero no para participar en ninguna forma de adoración cristiana. A la edad de cincuenta años, influido por varias personas, comencé a asistir a la iglesia, encontré que podía expresar de esa manera una imprecisa fe en Dios, y desde entonces me he estado preguntando cuánto de la doctrina establecida de la iglesia anglicana puedo creer.
Quería entender la relación entre las verdades científicas y religiosas. Sabía, por supuesto, que todas las teorías científicas son provisionales y pueden cambiarse, pero que, en general, se aceptan desde Washington hasta Moscú por su éxito práctico. Cuando la religión se ha opuesto a descubrimientos de la ciencia, casi siempre se ha tenido que retractar. Pensaba entonces, y todavía lo hago, que la ciencia puede tener un efecto depurador en la religión, liberándole de creencias de una era pre-científica y ayudándonos a alcanzar concepciones más verdaderas de Dios.Al mismo tiempo, estoy muy lejos de creer que la ciencia pueda llegar a darnos las respuestas a todas nuestras preguntas.
Asimismo, el físico llegó a convencerse, al igual que para Charles Babbage o Samuel Vince, de que la intervención sobrenatural de Dios al responder nuestras oraciones es una cuestión que Él hace dentro de leyes establecidas que no necesariamente son plenamente conocidas por el científico. En estos términos dijo:Las doctrinas religiosas, tal cual se declaran en los servicios religiosos, me parecen creencias que han sido sostenidas por nuestros ancestros y por tanto son dignas de respeto, y en las cuales deberíamos meditar y ver si nos puede n ayudar en nuestro entendimiento de Dios. Ciertamente, éstas no son aceptadas desde Washington hasta Moscú. Yo creo que podemos, al menos dentro de las iglesias reformadas, aceptar o prescindir de partes de ellas, o interpretarlas en términos del pensamiento del siglo veinte...” (Mott, citado en Margenau and Varghese, 1997, 65).
“Los milagros de la historia de la humanidad son aquellos en los que Dios ha hablado a los hombres. El milagro supremo para los cristianos es el de la Resurrección. Algo le pasó a esos pocos hombres que conocieron a Jesús, que les llevó a creer que Jesús aun vivía con tal intensidad y convicción, que esta creencia sigue siendo la base de la Iglesia Cristiana dos mil años después” (Mott, citado en Margenau and Varghese, 1997, 68).
“En mi comprensión de Dios comienzo con ciertas creencias firmes. Una es que las leyes de la naturaleza no son violadas. Dios obra, lo creo, dentro de las leyes naturales, y, de acuerdo a las leyes naturales” (Mott, citado en Margenau and Varghese, 1997, 66).
"Me impresiona también el punto de vista del actual arzobispo de York (el Dr. John Habgood, en 'Science and Religion', 1964), de que para entender la Biblia debemos tratar de penetrar en los patrones de creencia de la época... Creo, por lo tanto, que podemos y debemos preguntarle a Dios por qué camino debemos ir, qué debemos hacer, y cómo debemos de comportarnos. Y al hacer esto, no debemos impresionarnos demasiado por la intuición del fin del siglo veinte en la biología molecular y la astrofísica moderna... Yo me doy cuenta de que las respuestas que Dios le da a aquellos que se las piden no son siempre las mismas... Lo que escuchamos cuando le preguntamos es, pienso, la única manera de encontrarnos a este Dios que vive entre nosotros. Lo que creemos acerca de Él puede afectar nuestra vida diaria, nuestra política, nuestro sistema educativo, y cómo pensamos sobre cualquier rol distinto de la mujer y el hombre en nuestra sociedad...” (Mott, citado en Margenau and Varghese, 1997, 66 & 68; y en Templeton 1994).
Las conferencias sobre ciencia y religión en las que Nevil Mott participó en 1959 fueron publicadas por la editorial SCM Press bajo el título "Religion and the Scientists". En su autobiografía, 'Una Vida en la Ciencia' (1995), se citó la plática que dio el científico en aquella época, con algunos extractos de interés especial:
"Einstein escribió que en su ciencia él quería entender cómo Dios hace que el mundo funcione, y que no le preocupaban los pequeños problemas. John Ray, el fundador de la botánica y zoología sistemática, tituló su gran libro en estas materias, 'La Sabiduría de Dios Manifestada en las Obras de la Creación'. Tanto él como Einstein quizá concordarían con la afirmación que encuentro en del libro 'Canon Smethurst: 'Modern Science and Christian Belief', que para el cristiano el objetivo primordial es la investigación de la sabiduría de Dios manifestada en las obras de la Creación. Bien podría ser que la contemplación de la ley natural pueda llevar a un científico a un sentimiento religioso, ya que desde ahí él puede ver la sabiduría de Dios. Si uno desea sostener que el enfoque científico de la vida es parte de un enfoque religioso más amplio, esto es probablemente el mejor argumento que se pueda usar" (Mott, 1995:131).
"A mí me parece que un trabajador científico, condicionado por su profesión como he descrito, puede acercarse a la religión de distintas manera. Él sabrá que la mayoría de los grandes pensadores de la historia del mundo han estado interesados de una u otra manera en el enfoque religioso de la realidad. . . pero hay una compensación, de que para un científico este campo de pensamiento pueda tener la fascinación de lo desconocido y lo que no ha explorado. Es como si un hombre nacido y criado en los suburbios de Cambridge vaya a realizar un viaje a las extrañas tierras de Japón o el Tibet, o a Malacandra. Quizá el hombre que viene a la religión del extranjero mundo de la ciencia pueda ser impresionado más fuertemente que ningún otro por su belleza, armonía e importancia. Sin embargo, un científico, como todos los demás, puede que quizá encuentre lo que necesita dentro de una iglesia organizada, dentro de alguna de las iglesias de la religión cristiana" (Mott, 1995:132-133).
Aunque antes llegó a dudar de esto, en sus últimos años de vida, durante su retiro, la creencia de Nevil Mott en el carácter personal de Dios (la fe en que Dios puede intervenir personalmente en las vidas humanas) fue algo que se fue fundamentando y enraizando más fuertemente en él, de manera que decidió ser bautizado y confirmado como creyente oficialmente dentro del cristianismo anglicano (Davis, 1998:329). Ante este momento solemne, el Premio Nobel de Física decidió escribir una declaración de fe personal:
“Creo en Dios, quien puede responder a las oraciones, a quien le podemos dar nuestra confianza y sin quien la vida en esta Tierra no tendría significado (sería un cuento contado por un idiota).
Creo que Dios se no ha revelado a sí mismo de muchas formas, y a través de muchos hombres y mujeres, y que para nosotros aquí en el occidente, la revelación más clara es a través de Jesús y aquellos que le han seguido.
Creyendo que deberíamos adorar a Dios en compañía de otros, y que aquí en nuestra amada Inglaterra podemos hacer esto mejor dentro de la Iglesia Anglicana, pido que la Iglesia me admita a través del sacramento del bautismo” (Mott, citado por E. A. Davis en Nevill Mott: Reminiscences and Appreciations (1998), Londres, Taylor & Francis Ltd, p. 329).
Mott murió el 8 de agosto de 1996 a los 90 años, siendo aún activo en la ciencia, y habiendo publicado su última investigación científica tan solo cuatro meses antes de su muerte sobre el tema de superconductividad a alta temperatura (un tema que había estado investigando desde hace diez años atrás).
En vida, fue autor de al menos 50 libros y de más de 300 artículos científicos, pero el Reverendo Hugh Montefiore, que le conoció en persona siendo Decano en la Iglesia de la Universidad de Cambridge, le recordó como "un hombre que también pensó profundamente sobre el significado de la existencia y que llegó a la fe que le dio significado a su vida" (Davis, 1998:31).
En vida, fue autor de al menos 50 libros y de más de 300 artículos científicos, pero el Reverendo Hugh Montefiore, que le conoció en persona siendo Decano en la Iglesia de la Universidad de Cambridge, le recordó como "un hombre que también pensó profundamente sobre el significado de la existencia y que llegó a la fe que le dio significado a su vida" (Davis, 1998:31).
Bibliografía selecta
Clifton College. 2014. "Winner of Nobel Prize - January 1977". Departamento Académico de Física. Consultado el 31 de diciembre de 2015, a partir de: https://www.cliftoncollege.com/upper/academic/departments-and-subjects/science/physics/#Y8YfqPbDZCWVBWg5.99
Lundqvist, Stig. 1992. Nobel Lectures: Physics 1971-1980. Volume 5 of Nobel lectures, including presentation speeches and laureates' biographies, Nobelstiftelsen. World Scientific. ISBN: 9789810207274 (p. 401-402)
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