"Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,
antes que vengan los malos días..."
e
Pintura de Descartes, s. XIX, por Francis Hals, Galería de Louvre.
Renatus Cartesius (1596 - 1650) fue un físico, matemático y filósofo, inventor de la geometría analítica y del plano de coordenadas (llamado 'plano cartesiano'), y así mismo es considerado el fundador de la filosofía moderna.
De joven, estudió derecho y medicina. Publicó la obra De Homine en 1633, en la cuál describió por primera vez los reflejos del cuerpo, como mecanismos de reacción automática en respuesta a los estímulos externos, los cuales, según su propuesta, se dan porque los movimientos externos afectan las terminaciones periféricas de las fibrillas nerviosas, que, a su vez, desplazan las terminaciones centrales.
También postuló los fundamentos para el estudio de la de la óptica moderna. En su libro "La Dioptrique" (1629) describió el principio del diseño para elaborar los lentes de contacto, postulando la idea de colocar directamente una lente sobre la superficie de la córnea. Con esto, él mismo construyó un prototipo del lente.
Propuso un nuevo método para todas las ciencias y disciplinas, que consiste en un análisis y síntesis, descomponiendo de los problemas complejos en partes más sencillas, de forma que progresivamente se hallen los problemas más básicos, para observar las naturalezas simples, que se presentan a la razón de un modo más evidente.
Sus obras filosóficas más destacadas fueron "Reglas para la dirección de la mente" (1628), "Meditaciones Metafísicas" (1641), "Principios de Filosofía" y "Discurso del método" (1637), donde estableció una clara ruptura con la escolástica y la tradición aristotélica, y a la vez, presentó una descripción de las leyes de refracción y reflexión de la luz (dióptrica), y anunció que el empleo de su método serviría de base para probar la existencia de Dios y el alma.
Así mismo, en sus ensayos científicos sobre física, formuló la Ley de inercia, trató sobre el fenómeno del magnetismo, y formuló un método para las matemáticas, estudiando vectores y algoritmos matemáticos. En
1641, expuso tratados sobre la física mecaniscista, donde enunció
una demostración de la existencia y la perfección de Dios, y defendió las ideas innatas.
Los escritos de Descartes fueron objeto de debate para otro creyente intelectual: Blaise Pascal. No obstante, ambos compartían una gran cantidad de conocimientos matemáticos que influyeron entre sí, y ambos compartían una creencia en Dios que se mostró durante toda su trayectoria científica.
Su creencia en Dios
Descartes mismo confesó que sus escritos mismos ya estaban siendo malinterpretados por muchos lectores de su tiempo:
"Soy conocido por un sinfín de eruditos que interpretan mal mis escritos y buscan maneras de perjudicarme a toda costa" (Carta a Pierre Chanut, 1 de noviembre de 1646.)
Sobre los prejuicios que los seres humanos a menudo tienen, Descartes escribió:
"Nunca debería juzgar algo que no entiendo claramente y perfectamente".
Respecto a su famosa frase «cogito ergo sum» o «pienso, entonces existo», (que a veces ha sido tergiversada por incrédulos), Descartes escribió:
"Esta verdad, pienso, luego existo, era tan firme y segura que no eran capaces de conmoverla las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía aceptarla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que buscaba. Para pensar es necesario existir". (DM, IV; AT VI 33: DM, IV ; AT VI 32)
El matemático consideraba que era vital creer en Dios, una creencia cuya razón comparó con las razones matemáticas:
"No hay nada más antiguo que la verdad".
"La existencia de Dios debe tenerse en mi espíritu por cierta, tanto como las verdades de las matemáticas que no contemplan otra cosa que números y figuras."
“Si examinamos la idea de un Ser perfecto, encontramos que su existencia es parte de esa idea de la misma manera que en la idea del triángulo rectángulo está la igualdad de sus tres lados y un ángulo recto, o en la idea de que en una esfera está implícita la equidistancia de la superficie del centro. . .La demostración de la existencia de Dios es tan cierta como cualquier demostración en geometría.”
Esta verdad, incluso la considera más sublima que las matemáticas:
"La existencia de Dios es más cierta que el más cierto de todos los teoremas de la geometría. Para alguien que presta atención a la inmensidad de Dios, es evidente que nada realmente puede existir que no dependa de Él. Esto es cierto no sólo de todo lo que subsiste, pero de todo orden, de toda ley, y de toda razón de la verdad y la bondad... porque Él se determinó a sí mismo hacia aquellas cosas que deberían llevarse a cabo, por esa razón ... ellas son muy buenas; es decir, la razón de su bondad es el hecho por el cuál Él deseó crearlas así".(Sexta Respuesta)
Descartes consideraba el cuerpo humano como una obra perfecta que había sido diseñada por Dios mismo:
"Sabiendo cuántas autómatas o máquinas semovientes puede construir la industria humana, sin emplear sino poquísimas piezas, en comparación de la gran muchedumbre de huesos, músculos, nervios, arterias, venas y demás partes que hay en el cuerpo de un animal, consideren este cuerpo como una máquina que, por ser hecha de manos de Dios, está incomparablemente mejor ordenada y posee movimientos más admirables que ninguna otra de las que puedan inventar los hombres." [Discurso del método, (1637), Quinta Parte, 40.]
En su famosa obra "Discurso del método", Descartes reconoció que era imposible que la Creación se hubiese creado a sí misma a partir de la nada. Por el contrario, él sabía que el origen de toda la Creación fue Dios:
"En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mí, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mí. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mi mismo.
De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra: que fuese Dios." ["Discurso del método". Cuarta parte. Trad. de G. Quintás. 1981. Madrid. Alfaguara]
"Me preguntas: '¿por qué tipo de causalidad estableció Dios a las verdades eternas?' Yo respondo: por el mismo tipo de causalidad que usó al crear todas las cosas, eso es decir, como su causa eficiente y total" Carta a Mersenne: (27 mayo 1630)
"No hay menos repugnancia en admitir que la falsedad o imperfección proceda como tal de Dios mismo, que en admitir que la verdad o la perfección procede de la nada." (Discurso del Método: Cuarta Parte)
Descartes usó el término "substancia" para describir todo lo que existe. Al respecto, afirmó que hay dos tipos de sustancia, la infinita y la finita: La sustancia finita comprende al hombre y la creación, mientras que la infinita es Dios, quien es el Creador de todas las cosas:
"Por Dios entiendo una substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, que todo lo conoce, que todo lo puede, por la cuál yo, y todas las otras cosas que existen, si fuera así, fueron creadas. . .
Estas propiedades son tan grandiosas y excelentes, que mientras más atentamente las considero, me siento menos persuadido de que una idea así proceda sólo de mí. Y por lo tanto es absolutamente necesario llegar a la conclusión, de todo lo que he dicho antes, de que Dios existe. Pues aunque yo tenga la idea de substancia en virtud de ser yo una substancia, no podría tener la idea de una substancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una substancia que verdaderamente fuera infinita..." [Meditaciones metafísicas, (1641).]
Descartes aclaró que no llamaba "substancia infinita" a Dios, en el mismo sentido que llamaba a la "substancia finita". Para él, Dios es independiente del hombre, mientras que el hombre es dependiente de Dios:
"El
término no es aplicable a Dios y a las criaturas en el mismo sentido . . . Con respecto a lo que consideramos como cosas o modelos de las cosas, vale la pena examinar cada uno de ellas por sí misma.
Por sustancia no podemos entender nada más que una cosa, que existe de tal forma que no se halla en la necesidad de nada más allá de sí misma con el fin de su existencia."
Y, en verdad, no puede ser concebida sino una sustancia que es absolutamente independiente, y ésta es Dios. Percibimos que todas las otras cosas sólo pueden existir con la ayuda de la concurrencia de Dios. Y, en consecuencia, el término sustancia no se aplica a Dios y las criaturas unívocamente, para adoptar un término familiar en las escuelas, es decir, ninguna significación de esta palabra puede entenderse distintivamente a lo que es común a Dios y a ellos." [“Principios
de filosofía” (1644), LI.]
Como se evidencía a continuación, Descartes entendía por la "substancia infinita" una substancia inmaterial:
"No tengo ninguna dificultad para dirigir mi pensamiento lejos de las cosas que se pueden imaginar que son comprendidas sólo por la comprensión, y son totalmente independientes de la materia. . . " [Principios de filosofía” (1644), XXXIX.]
En esta línea de pensamiento, reconoció que nuestro poder de conocimiento es finito (limitado), mientras que el poder de Dios es infinito (ilimitado):
“…Al pasar del conocimiento de Dios al conocimiento de las criaturas, es necesario recordar que nuestro entendimiento es finito, y el poder del Dios, infinito.” ["Principios de filosofía” (1644) XXIV.]
"Yo concibo a Dios como realidad infinita, de modo que nada puede añadirse a su perfección". (Meditación III: En Dios: Que Él Existe)
"Si no supiéramos que todo cuanto en nosotros es real y verdadero proviene de un ser perfecto e infinito, entonces, por claras y distintas que nuestras ideas fuesen, no habría razón alguna que nos asegurase que tienen la perfección de ser verdaderas". (Discurso del Método, IV Parte)
"Dios es un Ser que es infinito y más allá de nuestro alcance, el único autor del que dependen todas las cosas."
"Existimos en la medida de que es nuestra naturaleza pensar, y al mismo tiempo, en que hay un Dios de quien todos dependemos, y después de considerar sus atributos, vamos a ser capaces de investigar la verdad de todas las cosas de otro modo, puesto que Dios es el causa de ellas.
Además de las nociones que tenemos de Dios y de nuestra mente, encontraremos que así mismo, poseemos conocimiento de muchas proposiciones que son eternamente verdaderas, como, por ejemplo, que la nada no puede ser la causa de nada, etc." “Principios de filosofía” (1644), LXXV. Resumen de lo que debe hacerse para filosofar correctamente]
Al igual que Albert Einstein, Descartes creía que los sentidos no son infalibles, sino que, por el contrario, llegan a ser engañosos o muy limitados:
"Nuestros sentidos a veces nos engañan" ' nos sens nous trompent quelquefois' [DM, IV; AT VI 32]
"Los sentidos engañan de vez en cuando, y es una señal de prudencia nunca poner nuestra confianza completamente en aquellos que ya nos han engañado alguna vez".
Para él, la excesiva confianza en los propios sentidos, o creer "sólo en lo que se puede ver", era un grave error que llevaba al agnostiscismo. (Véase la similitud con Erwin Schrödinger)
"La existencia de Dios, ha sido puesta en duda por algunos porque ellos atribuyeron demasiado a la percepción de los sentidos, y Dios no puede ser visto ni tocado". [Principios filosóficos, (1644).]
Descartes rechazó la percepción de "aquellos filósofos que, desdeñando las experiencias, creen que la verdad saldrá de su propio cerebro" (Reglas para la dirección del espíritu, R, V; AT X 380.)
"... Debemos tener cuidado con suponernos demasiado importantes [a] nosotros mismos ..."
Descartes, en el reconocimiento de su finitud, reconoció que los hombres somos imperfectos, y que sólo Dios es perfecto:
"Reflexionando sobre lo que dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta."
"Dios es en verdad el único ser que es absolutamente sabio, es decir, que posee un conocimiento perfecto de todas las cosas..." (Principios de filosofía, 1644 )
El físico reconoció que la facultad de juicio, es decir, la facultad de razonamiento, nos fue dada a los seres humanos por parte de Dios:
"Dios me dio mis facultades de la razón, la percepción, el juicio, y sucesivamente".
"Sé por experiencia que hay en mí una cierta facultad de juicio, [facultate cogniscendi] que, como todo lo demás que está en mí, sin duda la recibí de Dios, y ya que Dios no quiere engañarme, seguramente no me ha dado la clase de facultad con la que yo pueda cometer un error, siempre y cuando la use correctamente. . .
Pero una vez que regreso mi atención a mí, no obstante, yo experimento que estoy sujeto a innumerables errores. Cometo errores porque la facultad de juzgar la verdad, que me da Dios, no es, en mi caso, infinita..."
Descartes también reconoció el libre albedrío, identificando la facultad de la voluntad con la libertad de elección, o decisión, "la capacidad de hacer o no hacer algo" (Meditación, IV). A la vez declara que "la voluntad es, por naturaleza, tan libre, que no puede ser limitada" (Pasiones del alma, I, art. 41). Como él mismo lo dijo:
"La libertad de nuestra voluntad es evidente por sí misma." [Principios de filosofía” (1644), XXXIX.]
Por esta libertad de voluntad, Descartes consideró razonable considerar que el hombre es honorable o culpable:
"La principal perfección del hombre es la de actuar libremente, o por voluntad, y esto es lo que le hace digno de alabanza o de culpa." [Principios de filosofía” (1644), XXXVII.]
El francés consideró dos distinciones de la comprensión: 1) la comprensión que viene de Dios la cual "no puede hacernos cometer un error siempre cuando sea usada adecuadamente", y 2) la comprensión que "imaginamos" o pretendemos que comprendemos.
El filósofo reconoció que las verdades que nos son dadas por Dios, son buenas:
"Como Dios es sumamente bueno, y la fuente de toda la verdad, la facultad para distinguir la verdad del error que Él nos da, no puede ser falaz, siempre y cuando la usemos correctamente, y percibamos completamente cualquier cosa de ella.
De este carácter son las demostraciones son las matemáticas, el conocimientos de que las cosas materiales existen, y los razonamientos claros que son formados respecto a ellas." “Principios de filosofía” (1644), Parte 3, II.
En una carta dirigida a Martin Mersenne, fechada en abril de 1630, Descartes escribió su punto de vista sobre las verdades eternas. El tema surge debido a la insistencia de Descartes de que las verdades matemáticas dependen de Dios, así como todo lo demás:
"En cuanto a las verdades eternas: digo una vez mas que ellas son verdaderas o posibles sólo porque Dios concibe que son verdaderas o posibles, no son concebidas verdaderas por Dios en ninguna forma que implique que son verdades independientes de Él, así que uno no debe decir 'si Dios no existiera, estas verdades seguirían siendo verdad' porque la existencia de Dios es la primera y la más eterna de todas las verdades que pueden ser, y la única de la cuál todas los demás proceden". Carta a Marin Mersenne (6 de mayo 1630)
"Sé que Dios es el autor de todas las cosas, y de que estas verdades son algo, y consecuentemente que Él es su autor". (Carta a Mersenne, 27 de mayo de 1637)
"Considerando que sólo Dios es mi creador, es altamente probable que de alguna manera me formase a su imagen y semejanza, y yo percibo esta semejanza, en la que está contenida la idea de Dios, por la misma facultad por la cual yo me entiendo, en otras palabras, cuando me hago a mí el objeto de la reflexión, no sólo encuentro que soy incompleto, [imperfecto] y un ser dependiente, y uno que incesablemente aspira en pos de algo mejor y más grande de lo que él es, pero al mismo tiempo, estoy seguro de que de la misma manera, Él por quien soy dependiente posee en sí mismo todos los bienes a los cuáles aspiro… y que no sólo por tiempo indefinido y, potencialmente, sino infinitamente y de hecho, y que Él es por lo tanto Dios. Y toda la fuerza del argumento del cual ge dispuesto aquí mismo para establecer la existencia de Dios, consiste en esto, que percibo que no podría ser de una naturaleza tal y como soy, y sin embargo tengo en mi mente la idea de un Dios, si Dios no existiera en la realidad - este mismo Dios, digo, cuya idea está en mi mente - es decir, un ser que posee todas esas perfecciones elevadas, de los cuales la mente puede tener una concepción ligera, no obstante, sin , ser capaz de comprenderlas plenamente, y quien es totalmente superior a todos los defectos." (Meditación III: En Dios: Que Él Existe)
Pero si Dios nos creó a su imagen y semejanza, ¿porqué los seres humanos somos falibles y erramos? Descartes respondió a dicha pregunta aclarando que los errores no derivan de la naturaleza misma con la que Dios nos creó, sino que derivan de "otros amos":
"El error es un defecto en nuestro modo de actuar, no en nuestra naturaleza, y [que] las faltas de sus propósitos pueden ser atribuidas con frecuencia a otros amos, pero nunca a Dios." “Principios de filosofía” (1644), XXXVIII.
"Dios no es la causa de nuestros errores. El primer atributo de Dios que aquí debe ser considerado, es que Él es absolutamente veraz, y la fuente de toda luz, de modo que es claramente repugnante para Él engañarnos, o ser adecuada y positivamente la causa de los errores a los que estamos conscientemente sujetos, porque aunque el discurso para engañar, parece ser alguna marca de la sutileza de la mente de los hombres, aun así, sin duda la voluntad de engañar procede sólo de la malicia o del miedo y la debilidad, y por lo tanto no puede ser atribuida a Dios. La luz de la naturaleza, o la facultad de conocimiento que nos es dado por Dios, nunca puede dirigirnos a lo que no es verdad, en la medida en que se alcanza un conocimiento del mismo, es decir, en la medida en que el propósito es claramente y perfectamente aprehendido." [Principios de filosofía” (1644) XXIX.]
Al igual que Leonhard Euler, Descartes admitió que los errores en las acciones del hombre y su entendimiento son un resultado de que nos desviemos de la comprensión que Dios nos ha dado. Este no depende de Dios, porque él nos dio el libre albedrío deseando que escogiéramos lo mejor, pero no nos forzó a decidir, sino que nos hizo libres de decidir. En términos más claros, Descartes expresó que el problema yace en que el hombre sea engañado por el pecado:
"Investigando de que tipo pueden ser mis errores... me doy cuenta de que dependen de dos causas concurrentes simultáneas, estás son, de la facultad de cognición que es en mí, y de la facultad de elección [facultate eligendi] o libertad de elección [arbitrii libertae], que es en el intelecto y en la voluntad...
La voluntad es la base principal de mi comprensión que tiene cierta imagen y semejanza a Dios. El poder de la voluntad, que obtuve por Dios, no es, tomado por sí mismo, la causa de mis errores, porque es más amplio, así como perfecto en su tipo. Tampoco es el poder de entendimiento la causa de mis errores. Porque desde que obtengo el poder de entendimiento de Dios, cualquier cosa que entiendo, sin duda la entiendo bien, y es imposible para mi ser engañado por esto. . .
¿Cuál es entonces el origen de mis errores? Éstos son a causa simplemente del hecho de que, la voluntad se extiende más allá del intelecto, no contengo la voluntad dentro de los mismos límites, sino que, también la extiendo a las cosas que no entiendo. Debido a que la voluntad es indiferente con respecto a tales cuestiones, ésta fácilmente se aleja de la verdad y del bien, y de esta manera soy engañado y peco." (Meditación IV, AT VII, 53-54; CSM II, 37-38)
"La voluntad de engañar solamente proviene de la malicia, el miedo, o de la debilidad y por lo tanto no puede atribuirse a Dios.”
Descartes consideaba a Dios como la fuente de toda verdad, y la certeza el conocimiento, un regalo de Su bondad divina. En este sentido, veía los errores de las acciones humanas como consecuencias resultantes de que el hombre se desvía del conocimiento que Dios nos ha dado:
"Nuestra certeza es consecuencia de la bondad de Dios y Él, al ser la fuente de la verdad, nos da la facultad de distinguir la verdad del error."
"...Nuestros errores no pueden ser atribuidos a Dios. Aun cuando Dios no nos ha dado entendimiento...Él no es por este motivo considerado en forma alguna el autor de nuestros errores, porque es de nuestra naturaleza de intelecto creada para ser finita, y de la inteligencia finita el no recibir todos las cosas." “Principios de filosofía” (1644), XXXVI.
"Nuestros errores son, con respecto a Dios, meramente negaciones... con respecto a nosotros mismos, privaciones.Como sucede que con frecuencia caemos en el error, aunque Dios no es un engañador, si deseamos indagar sobre el origen y la causa de nuestros errores, con el objeto de protección contra ellos, es necesario observar que dependen menos de nuestro entendimiento que de nuestra voluntad, y que no tienen necesidad de concurrencia real de Dios, con el fin de su producción, de modo que, cuando se considera en referencia a Dios, no son más que negaciones [a Dios], pero con respecto a nosotros mismos, privaciones." “Principios de filosofía” (1644), XXXI.
"Es cierto, que tan a menudo como nos equivocamos, hay algún defecto en nuestro modo de acción o en el uso de nuestra libertad...Y aunque Dios podría haber dado tal perspicacia de intelecto de modo que nunca nos hubiéramos equivocado, no tenemos, no obstante, ningún derecho de exigir esto de Él, porque, si bien, con nosotros, Él que es capaz de prevenir la maldad, no es condenado por eso, Dios no es de la misma manera de ser tenido en cuenta por la responsabilidad de nuestros errores. . . el dominio que Dios ejerce sobre el universo es perfectamente libre y absoluto. Por esta razón, debemos darle las gracias por los bienes que nos ha dado, y no quejarnos de que no nos ha bendecido con todo lo que sabemos que estaba en su poder para impartir." “Principios de filosofía” (1644)
"Si recordamos que nuestra mente es limitada, mientras que el poder de Dios, (por el cuál Él no sólo sabía desde toda la eternidad lo que es o puede ser, sino que lo quiso y lo pre-ordenó), es infinito.
Sucede así que poseemos suficiente inteligencia para saber con claramente y perfectamente, que este poder está en Dios, pero no [poseemos] la suficiente para comprender cómo Él deja las acciones libres de los hombres [sean] indeterminadas, y, por otro lado, tenemos esa conciencia de la libertad y la indiferencia que existe en nosotros mismos, que no hay nada que comprendamos más claramente y perfectamente: [de modo que no debemos dejar de creer en la omnipotencia de Dios]." “Principios de filosofía” (1644), XLI
Descartes consideró que después del ateísmo, el problema más grande se encontraba en el materialismo, de aquellos que niegan la existencia del alma que se desvían de la rectitud a causa de ello. En sus propias palabras:
"...Me he extendido aquí un tanto sobre el tema del alma, porque es de los más importantes; que, después del error de los que niegan a Dios, error que pienso haber refutado bastantemente en lo que precede, no hay nada que más aparte a los espíritus endebles del recto camino de la virtud, que el imaginar que el alma de los animales es de la misma naturaleza que la nuestra, y que, por consiguiente, nada hemos de temer ni esperar tras esta vida, como nada temen ni esperan las moscas y las hormigas; mientras que si sabemos cuán diferentes somos de los animales, entenderemos mucho mejor las razones que prueban que nuestra alma es de naturaleza enteramente independiente del cuerpo, y, por consiguiente, que no está atenida a morir con él".
"Ellos adhieren a las sílabas de Su nombre y creen que eso es suficiente conocimiento de Él, de saber que Dios significa lo que se entiende por 'Deus' en latín y que es adorado por los hombres. Aquellos que no tienen pensamientos más altos que éstos pueden convertirse fácilmente en los ateos, y porque comprenden perfectamente las verdades matemáticas y no comprenden perfectamente la verdad de la existencia de Dios, no es de extrañar que ellos no piensen que lo uno depende de lo otro".
"Para saber lo que la gente realmente piensa, pon atención a lo que hacen, en vez de a lo que dicen."
Descartes expresó su creencia en la vida después de la muerte más a fondo, cuando escribió que esperaba en ella la eterna adoración de la grandeza de Dios:
"Quiero detenerme un momento en la contemplación de Dios, para reflexionar sobre sus atributos en mí, para ver, admirar y adorar la belleza de su luz infinita, en la medida en que mi visión nublada permite.
Creyendo que la suprema felicidad de la otra vida consiste completamente en la contemplación de la grandeza divina, ahora encuentro que a través de la contemplación menos perfecta del mismo carácter, puedo tener la alegría más grande disponible en esta vida". [Meditaciones acerca de la filosofía primera]
Descartes reconoció que Dios seguía sosteniendo al universo:
"Si Dios retirara Su concurrencia, todo lo que Él ha creado inmediatamente se haría nada, porque todas las cosas eran nada, hasta que Dios las creó y les prestó su concurrencia."
Reconoció que para Dios, todo es posible y Él tiene el poder y derecho legítimo de hacer todo posible:
"No creo que debamos decir que algo no puede ser llevado a cabo por Dios. Pues ya que todo lo que implica la verdad y la bondad depende de su Omnipotencia, no me atrevería a decir que Dios no puede hacer una montaña sin un valle, o que uno mas dos no sea tres." [Carta a Arnauld (29 de julio 1648)]
"Usted pregunta también con que necesidad Dios creó esas verdades; y yo respondo que Él era tan libre de haber hecho que no fuera cierto que todos los radios del círculo son iguales, así como era tan libre de haberse abstenido de crear al mundo." (AT I, 151-153; CSMK 25-26)
“…No podemos imaginar tantas estrellas como para que parecería imposible para Dios crear más…” “Principios de filosofía” (1644), XXVI
Así mismo, Descartes identificó en las "ideas innatas", las verdades que nos fueron dadas por Dios, la ley escrita en el corazón (que en la Biblia se refiere con implicaciones a una moral innata):
"Todas son 'mentibus nostris ingenitae' [innatas en nuestras mentes], así como un rey grabara sus leyes en los corazones de todos sus súbditos, si tuviera el poder para hacerlo." [Concordancia: Romanos 2:14-15]
Descartes admitió que necesitamos de la ayuda escpecial de Dios para llegar a un entendimiento refinado de Él:
"Reverencié nuestra teología, y aspiré tanto como cualquiera a alcanzar el cielo: pero estando bien seguro de entender que el camino no está menos abierto a los más ignorantes que a los más sabios, y que las verdades reveladas que conducen al cielo están por encima de nuestra comprensión, no me atreví a suponer someterlas a la impotencia de mi razón, y pensé que con el fin competente de llevar a cabo su examinación, había necesidad de alguna ayuda especial del cielo, y de un ser más que hombre." [Concordancia: Juan 15:5, Juan 14:26] ([3] Discurso del Método, I; AT VI 8)
Al igual que Isaac Newton, Descartes animó a que creyeramos en la Biblia, porque la reconoció como una obra inspirada por Dios:
"Se debe creer que hay un Dios, porque esto es bien enseñado en las Sagradas Escrituras... debemos creer en las Sagradas Escrituras, porque vienen de Dios." (Meditaciones Metafísicas, 1641, también en Carta de Dedicación a los señores decanos y doctores de la sagrada Facultad de Teología de París” (1950); AT, IX 4)
"Debemos preferir la autoridad Divina a nuestra percepción." ["Razonamientos"]
"Por encima de todo, debemos imprimir en nuestra memoria la única regla infalible, de que lo que Dios ha revelado es incomparablemente más seguro que cualquier otra cosa, y que, debemos someter nuestra creencia a la autoridad Divina y no a nuestro propio juicio, incluso aun cuando tal vez la luz de la razón deba, con la mayor claridad y evidencia, parecer sugerirnos algo contrario a lo que se nos revela. Pero en las cosas que son sobre las que no hay revelación, no es en absoluto coherente con el carácter de un filósofo el aceptar como verdadero lo que no se tiene determinado como tal, y confiar más en los sentidos, en otras palabras, a la falta de consideración de los juicios de la infancia que a los dictados de la razón madura." Principios de filosofía” (1644) LXXVI.
- "Las cosas reveladas por Dios son las más ciertas de todas las cosas que conocemos" [Reglas para la dirección del espíritu, III; AT X 370.]
- "La revelación divina nos eleva de un solo golpe a una creencia infalible" [Principios Filosóficos, Carta al Traductor; AT IX B 5.]
"Debemos creer todo lo que Dios ha
revelado, aunque pueda superar el alcance de nuestras capacidades.
Por lo tanto, si tal vez Dios nos revela a nosotros o a otros, cuestiones
relativas de sí mismo, que superan los poderes naturales de nuestra mente, tales
como los misterios de la encarnación y de la Trinidad, no nos negaremos a
creer, a pesar de que claramente no podamos entenderlos, tampoco estaremos
sorprendidos de encontrar en la inmensidad de su naturaleza, o
incluso en lo que Él ha creado, muchas cosas que superan nuestra comprensión.” Principios
de filosofía: De los principios del conocimiento humano, XXV.
"Veo muy claramente que la certeza y la verdad de toda la ciencia depende sólo del conocimiento del verdadero Dios, de tal manera que, antes de que yo lo conociera, no podía tener conocimiento perfecto de cualquier otra cosa. Y ahora que lo conozco, poseo los medios para adquirir un conocimiento perfecto respecto a asuntos innumerables, así en relación con Dios mismísimo y otros asuntos intelectuales como la naturaleza corpórea" (Descartes 1901, Meditación V).
"...Aunque para nosotros, los fieles, sea suficiente mantener los asuntos de la fe, que el alma humana no perece con el cuerpo, y que Dios existe, sin embargo, parece casi imposible con seguridad persuadir alguna vez a los infieles de la realidad de cualquier religión, o de casi siquiera alguna virtud moral, a menos que, en primer lugar, esas dos cosas sean demostradas por razón natural. Y dado que a menudo en esta vida se ofrecen mayores recompensas para el vicio que para la virtud, pocas personas preferirían lo correcto a lo útil si no tuvieran ni temor de Dios ni esperanza de otra vida..." (Al principio de Meditaciones sobre la filosofía primera: "En la cuál la existencia de Dios y la distinción del alma [y] del cuerpo son demostradas")
"Siempre he permanecido firme en la resolución que tomé de no suponer ningún otro principio que el que me ha servido para demostrar la existencia de Dios y del alma, y de no recibir cosa alguna por verdadera, que no me pareciese más clara y más cierta que las demostraciones de los geómetras; y, sin embargo, me atrevo a decir que no sólo he encontrado la manera de satisfacerme en poco tiempo, en punto a las principales dificultades que suelen tratarse en la filosofía, sino que también he notado ciertas leyes que Dios ha establecido en la naturaleza y cuyas nociones ha impreso en nuestras almas de tal suerte, que si reflexionamos sobre ellas con bastante detenimiento, no podremos dudar de que se cumplen exactamente en todo cuanto hay o se hace en el mundo." (Discurso del Método: Quinta Parte)
"Hice ver, además, cuales eran las leyes de la naturaleza; y sin fundar mis razones en ningún otro principio que las infinitas perfecciones de Dios"
"Si aun hay hombres a quienes las razones que he presentado no han convencido bastante de la existencia de Dios y del alma, quiero que sepan que todas las demás cosas que acaso crean más seguras, como son que tienen un cuerpo, que hay astros, y una tierra, y otras semejantes, son, sin embargo, menos ciertas." Discurso del método: Cuarta Parte.
Finalmente, el matemático admitió que además del conocimiento de la existencia de Dios es necesaria la fe en Jesús y la gracia de Dios:
"No he dicho nada sobre el conocimiento de Dios, excepto lo que todos los teólogos dicen también. Hay que señalar que lo que se conoce por razón natural - que Él es todo lo bueno, Todopoderoso, y todo verdadero, y más - puede servir para preparar a los infieles a recibir la fe necesaria para creer en Jesucristo y en otros asuntos revelados, y eso depende de la gracia". (Carta a Marin Mersenne, Marzo de 1642), (AT III, 544, CSMK III, 211)
Descartes murió a los 53 años, en febrero 1650.
Bibliografía selecta: