"...Dijo el necio en su corazón: No hay Dios"
François Marie Arouet (1694-1778), mejor conocido como Voltaire, fue un filósofo, historiador y escritor francés de la época de la "Ilustración".
Voltaire era conocido como un arduo crítico de la Iglesia Católica en una época en que en Francia, la religión del Estado era precisamente el catolicismo.
Llegó a denunciar los abusos de los eclesiásticos que perseguían a otros grupos religiosos minoritarios como los calvinistas. [1] Era un opositor del fanatismo religioso y la intolerancia religiosa en general.
Por cosas que dijo al respecto, muchos incrédulos han malinterpretado sus ideas o tomado citas fuera de contexto, y en algunos sitios llegan a tal grado de decir (falsamente) que Voltaire era un agnóstico, incrédulo, anti-religión, o ateo.
No obstante, la realidad es que Voltaire era un verdadero enemigo y opositor del ateísmo porque creía firmemente en la existencia de Dios, tal como lo expresa en su obras, especialmente en "Diccionario Filosófico" (1764).
Voltaire aseguró que la razón nos da muestras de la existencia de Dios:
"a mí me parece evidente que existe un Ser necesario, Eterno, Supremo e Inteligente, pero esto no es fe, es raciocinio." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), "Fe".]
Ante lo que algunos incrédulos dicen, que "¿si Dios existe, quien creó a Dios?", Voltaire les respondería:
"Toda obra que nos descubre medios y fin, nos anuncia al obrero. El universo, que se compone de muchos medios, de los que cada uno tiene su fin, descubre, pues, un Obrero muy Inteligente y muy Poderoso. He aquí una probabilidad que se aproxima mucho a la certidumbre; ¿pero ese Obrero Supremo es el infinito, está en todas partes, ocupa un sitio determinado? ¿Cómo hemos de responder a esta cuestión con nuestra inteligencia limitada y con nuestros débiles conocimientos?
La razón me prueba que existe un Ser que confeccionó la materia de este mundo; pero mi razón es incapaz de probar que Él hizo una materia y que la sacara de la nada. Todos los sabios de la antigüedad, sin exceptuar uno, creyeron que la materia era eterna y subsistente por sí misma.
Todo lo que yo puedo hacer, sin recurrir a una inteligencia superior a la de los hombres, es creer que el Dios del mundo es también Eterno y subsiste por Sí mismo."
Voltaire reconoció el límite del entendimiento humano para entender muchas cuestiones, y al igual que Galileo, consideraba que la razón y los sentidos son algo que Dios mismo nos ha brindado:
"Nos maravilla la facultad de pensar, pero la de sentir no es menos maravillosa. El poder divino lo mismo ha dotado de sensación al último de los gusanos que al cerebro de Newton. Y sin embargo, si mil animales mueren ante vuestros ojos no os preocupa lo que suceda con su facultad de sentir, aunque el Ser de todos los seres les ha dotado de esa facultad; los miráis como si fueran máquinas de la naturaleza, nacidos para perecer y dejar sitio a otros animales."
"Aunque adoremos a Dios con toda el alma debemos confesar nuestra profunda ignorancia respecto a ella, a esa facultad de sentir y de pensar que debemos a su bondad infinita. "
En su obra "Dictionnaire philosophique" o "Diccionario Filosófico" (1764), Voltaire escribió tajantes argumentos contra el ateísmo. Respondiendo ante las objeciones que los incrédulos daban en su época, Voltaire defendió abiertamente por la creencia en Dios y continuo reprochando la actitud de aquellos que niegan la existencia de Dios:
"Sobre los ateístas modernos. Razones de los Adoradores de Dios."
"Somos seres inteligentes: los seres inteligentes no pueden haber sido formados por un ser crudo, ciego, insensible: ciertamente hay algunas diferencias entre las ideas de Newton y el estiércol de una mula. La inteligencia de Newton, por lo tanto, procedía de otra Inteligencia.
Cuando contemplamos una máquina complicada, comprendemos en seguida que es el producto de un buen constructor. El mundo es una máquina admirable; luego la ha construido una gran inteligencia. Este argumento es antiguo, pero no por eso es malo.
Todos los cuerpos vivos se componen de palancas y de poleas que obran obedeciendo a leyes de la mecánica; de juegos que hacen circular perpetuamente las leyes de la hidrostática, y nos sorprendemos de que todos esos seres estén dotados de sentimiento, que no tiene nada que ver con su organización.
El movimiento de los cuerpos celestes, el de nuestra pequeña tierra alrededor del sol, todo funciona en virtud de una muy profunda ley matemática. Como Platón, quien no tenía conocimiento de ninguna de estas leyes, elocuente pero imaginativo Platón, quien dijo que la tierra se erigió en un triángulo equilátero, y el agua en un triángulo rectángulo, extraño Platón, quien dice que sólo puede haber cinco mundos, porque sólo hay cinco cuerpos regulares: ¿cómo, digo, es que Platón, quien no conocía aún la trigonometría esférica, sin embargo, tenía un genio suficientemente fino, un instinto suficientemente feliz, para llamar a Dios el "Geómetra Eterno", para sentir la existencia de una Inteligencia Creadora? Hasta el mismo Spinoza lo admite. Es imposible luchar contra esta verdad que nos rodea y que ejerce presión sobre nosotros por todos los lados." TThe Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, Sección I, "Of Modern Atheists. Reasons of The Worshippers of God."
"No obstante, he conocido personas sediciosas y tercas que dicen que no hay Inteligencia Creativa en absoluto, y que el movimiento ha formado por sí mismo todo lo que vemos y todo lo que somos. Te dicen descaradamente:
«. . .es posible que en toda la eternidad el movimiento de la materia por sí solo haya producido todo el universo tal como existe. . . de modo que no sólo es posible que el mundo sea como es, sólo por el movimiento, sino que es imposible que deje de ser como decimos, después de las infinitas combinaciones.»
"Toda esa suposición me parece prodigiosamente irreal, por dos razones: la primera, porque en este universo hay seres inteligentes, y no me podréis probar que el solo movimiento pueda producir inteligencia, la segunda, porque, según tu propia confesión, existe el infinito, por lo cual uno puede apostar, que una causa creadora inteligente alienta el universo. Cuando uno está solo frente a frente con el infinito, uno se siente muy pequeño.
De nuevo, el mismo Spinoza admite esta inteligencia como base de su sistema: no lo habéis leído, y has de leerlo. ¿Por qué pretendes ir más lejos que él, y con tu necia arrogancia sumergir tu débil razón en un abismo al que Spinoza no se atrevió a descender? Convenceos de que es una extrema locura afirmar que una causa ciega logre que el cuadrado de una revolución de un planeta equivalga siempre al cuadrado de las revoluciones de los demás planetas, como el cubo de su distancia equivalga al cubo de las distancias de los demás al centro común. O los cuerpos celestiales son grandes geómetras, o el Eterno Geómetra estableció a los cuerpos celestiales.
Mas ¿dónde está el Eterno Geómetra? ¿Está Él en un lugar o en dos los lugares, sin ocupar espacio? No tengo ni idea. ¿Es de Su propia sustancia que Él ha dispuesto todas las cosas? No tengo ni idea. ¿Es Él inmenso sin cantidad y sin calidad? No tengo ni idea. Lo único que sé es que hay que adorarlo a Él y ser justos." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, Sección I, "Reasons Of the Atheists; The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, Sección I, "Answer; .]
"Todos los filósofos del mundo que abrazaron una religión dijeron en todos los tiempos: «No hay mas que un Dios, y es preciso que seamos justos.» He aquí, pues, la religión universal, establecida en todos los tiempos y entre todos los hombres." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, "Secta"]
Citando las palabras de un filósofo, incluyó en su diccionario lo siguiente:
«Creedme, no ha habido ejemplo de que ninguna opinión filosófica perjudique la religión de ningún pueblo. Y si los misterios pueden contradecir las demostraciones científicas, no por ello dejan de respetarlos los filósofos cristianos, que saben que la razón y la fe son asuntos de diferente naturaleza. "
En una carta al rey Federico Guillermo II de Prusia, en 1770, Voltaire ya había criticado la incredulidad al comentar lo siguiente sobre la obra de un filósofo ateo:
"Lo que es más repugnante en el "Sistema de Naturaleza" [de d'Holbach], después de la receta para hacer anguilas a partir de la harina, es la osadía con la que decide que no hay Dios, sin siquiera haber intentado demostrar la imposibilidad . . .
"Si Dios no existiera, habría que inventarlo, ['Si Dieu n'existait pas, il faudrait l'inventer'] pero toda la naturaleza nos grita que Él existe, que hay una Inteligencia Suprema, un inmenso poder, un orden admirable, y todo nos enseña nuestra dependencia de esto." (Voltaire's Correspondence, ed. T. Berterman, vol 77, (Geneva, 1962), pp. 119-120; también citado en Parton 1884, 554).
Como vemos, Voltaire creía firmemente en el Diseño Inteligente del Creador. En esta linea de pensamiento, presentó un argumento contra el ateísmo que hoy en día bien podría aplicarse en contra de la teoría de la evolución. Voltaire consideraba que la suposición de que los animales fueron formados por mera coincidencia, y cambiaran de una especie a otra por causas ambientales, es una idea que carece de sentido:
Nueva objeción de un ateísta moderno:
"Se puede decir que las partes de los animales se ajustan a sus necesidades: ¿cuáles son esas necesidades? preservación y propagación. ¿Es sorprendente entonces que, de las infinitas combinaciones que el azar ha producido, han sido capaz de subsistir sólo aquellos que tienen órganos adaptados a la alimentación y a la continuación de sus especies? ¿No han perecido todos los demás por necesidad?'. "
"Respuesta" [de Voltaire]:
"Esta objeción, tan repetida desde Lucrecio, está suficientemente refutada por el don de la sensibilidad en los animales, y por el don de la inteligencia en el hombre. ¿Cómo podrían las combinaciones "que el azar ha producido," producir esta sensación y esta inteligencia (como se acaba de decir en el párrafo anterior)?
Sin lugar a dudas, las extremidades de los animales están hechas para sus necesidades con un arte incomprensible, y no eres tan audaz como para negarlo. No dices más de eso. Sientes que no tienes nada que responder a este gran argumento que la naturaleza pone en tu contra. La disposición de las alas de una mosca, los órganos de un caracol son suficientes para arrojarte a la tierra." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, Sección I, "New Objection Of a Modern Atheist, & Answer.]
Negaba las suposiciones ateas que alegaban que todo había surgido por el azar:
"El teísmo es una religión difundida en todas las religiones; es un metal que se alea con los demás metales, y cuyas venas se extienden por bajo de tierra por las cuatro partes del mundo. . . No hay país que tenga más adeptos de esa clase que Inglaterra. En el siglo XVII hubo muchos ateos en dicho país, lo mismo que en Francia y en Italia, que probaron lo que dijo el canciller Bacon, que un poco de filosofía hace al hombre ateo, y mucha filosofía le conduce al conocimiento de Dios.
Cuando se creía, según la doctrina de Epicuro, que la casualidad lo hacía todo, o según la doctrina de Aristóteles y de varios teólogos antiguos, que todo nacía de la corrupción y que la materia y el movimiento hacían andar al mundo por sí solo, entonces podían no creer en la Providencia. Pero desde que entrevimos la Naturaleza, que los antiguos no llegaron a ver; desde que nos apercibimos de que todo está organizado, que todo tiene su germen; desde que supimos que desde el guisante hasta la magnitud de los mundos todo es obra de una Sabiduría infinita, desde entonces todos los que piensan la adoraron. Los físicos se convirtieron en heraldos de la Providencia; el catequista anunció la existencia de Dios a los niños, y Newton se la demostró a los sabios." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, "Teismo"]
Voltaire ya había declarado lo siguiente:
"Una falsa ciencia hace ateos; una verdadera ciencia prosterna al hombre ante la divinidad." [Voltaire (1768). The critical review, or annals of literature, Volume XXVI, by A Society of Gentlemen, (1768). p. 450.]
En la época, un filósofo incrédulo llamado Pierre Louis Maupertuis, había dicho que la diversidad entre las características de los animales eran argumentos en contra de la existencia de Dios.
"La objeción de Maupertuis:
"Los filósofos naturales modernos han expandido estos supuestos argumentos, pero estos llamados argumentos, a menudo los han empujado a la insignificancia y a la indecencia. Han encontrado a Dios en los pliegues de la piel del rinoceronte: uno puede, con igual razón, negar su existencia por el caparazón de la tortuga.'
Maupertuis rechazaba a Dios, e insistía en que la generación espontánea era un hecho científico, cosa que la prensa de la época le había aplaudido (a pesar de que muchos creyentes intelectuales como William Harvey, Franceso Redi, Anton van Leeuwenhoek y John Ray ya habían sentado argumentos en contra de esa falsa teoría científica). Voltaire, a su vez, refutó los argumentos ateístas de Maupertuis:
"Respuesta" [de Voltaire]:
"¡Qué razonamiento! La tortuga y el rinoceronte, y todas las diferentes especies, son pruebas iguales en su variedad infinita de la misma causa, el mismo diseño, el mismo fin, que son es la preservación, la reproducción, y la muerte.
Hay unidad en esta variedad infinita, la cáscara y la piel son son testigos por igual. ¡Qué! ¿negar a Dios porque el caparazón no se parece a la piel? Y los periodistas han sido pródigos sobre los elogios de estas ineptitudes, elogios que no han dado a Newton y Locke, ambos adoradores de la Deidad que habló con pleno conocimiento."
Otra objeción que Maupertuis planteó era la siguiente:
"¿De qué sirven la belleza y la proporción en la construcción de la serpiente? Ellas pueden tener usos, dicen algunos, de los cuales somos ignorantes. Al menos perezcamos entonces; no admiremos a un animal que sólo conocemos por el daño que hace.'"
"Respuesta" [de Voltaire]:
"Y guarda silencio también, viendo que no puedes concebir su utilidad más de lo que yo puedo, o confesar que en los reptiles todo es admirablemente proporcional.
Algunos son venenosos, tú mismo lo has sido. Aquí sólo hay una técnica prodigiosa que ha formado serpientes, cuadrúpedos, aves, peces y bípedos. Esta arte es suficientemente evidente. Usted pregunta ¿por qué la serpiente hace daño? Y tú, ¿por qué le has hecho daño a tantas veces? ¿Por qué has sido un perseguidor? que es el mayor de todos los crímenes de un filósofo. Esa es otra pregunta, una cuestión del mal moral y físico. Durante mucho tiempo te has preguntado por qué hay tantas serpientes y tantos hombres malos peor que las serpientes. Si las moscas pudieran razonar, se quejarían con Dios de la existencia de las arañas, pero ellas admitirían que Minerva admitió acerca de Aracné, de la fábula, que ésta organiza su telaraña maravillosamente.
Uno está obligado por lo tanto a reconocer a una Inteligencia Inefable que incluso Spinoza admitió. Uno debe concordar en que esta inteligencia brilla tanto en el insecto más vil como en las estrellas. Y en lo que respecta al mal físico y moral, ¿qué decir, qué hacer? Consolarse a sí mismo disfrutando del bien moral y físico, al adorar al Ser Eterno que ha hecho uno y otra permitido el otro." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, Sección I, "Maupertuis' Objection & Answer.]
Voltaire rechazaba firmemente el relativismo moral porque aseguraba que el Creador nos dotó con una moral universal (lo que concuerda con Romanos 2:15):
"¿Quién nos dotó de la idea de lo que es justo y de lo que es injusto? Dios, que nos concedió cerebro y corazón. ¿Cuándo nos enseña la razón que existen el vicio y la virtud? Cuando nos enseña que dos y dos hacen cuatro.
No existen, pues, ideas innatas, por la misma razón que no hay ningún árbol que saque flores y fruto cuando sale de la tierra. Nada hay que pueda llamarse innato, o lo que es lo mismo, desarrollado, y no nos cansaremos de repetir que Dios formó nuestra naturaleza de órganos que, a medida que se desarrollan, nos hacen conocer todo lo que debe hacer nuestra especie para conservarse. . .
Repitamos continuamente, para que todo el mundo lo aprenda, que la moral siempre es una y la misma, porque proviene de Dios." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, "Justo e injusto"]
"La luz es uniforme para el astro Sirio y para nosotros; la moral debe también ser uniforme. Si el animal que piensa y siente en Sirio nació de padre y madre tiernos que se han ocupado de hacerle feliz, les debe pagar con tanto amor y cariño como el que le debemos a nuestros padres. Si algún habitante de la Vía Láctea ve a un indigente lisiado, si puede darle alivio y no se lo da, es culpable ante todos los globos. El corazón tiene en todas partes los mismos deberes. en las escaleras al trono de Dios, si Él tiene un trono, y en el fondo del abismo, si Él es un abismo." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, "Religión II"]
En otras sobradas ocasiones, Voltaire escribió acerca de su rotundo rechazo al escepticismo y su aprobación absoluta a creer en Dios, como un Dios sabio, bueno y perfecto:
"Esta noche estaba en un estado de ánimo meditativo. Estaba absorto en la contemplación de la naturaleza, admiraba la inmensidad, los movimientos, la armonía de eso globos infinitos, que el vulgo no sabe admirar.
Pero admiré aún más a la Inteligencia que dirige estas enormes fuerzas.
Me dije a mí mismo: "Se tiene que estar ciego para no dejarse deslumbrar por el espectáculo, se tiene que ser tonto para no reconocer al Autor de la misma, se tiene que estar loco para no adorarlo. ¿Qué tributo de adoración deberíamos rendirle a Él? ¿No debe ser ese tributo siempre el mismo en toda la extensión del espacio, puesto que es el Ser Supremo el que lo rige en toda su extensión?." (Voltaire, citado en en Voltaire's Philosophical Dictionary (2010), Echo Library, p.179; también en Works of Voltaire (2008), MobileReference, "Religion"; y en Redman 1963. p. 187)
"Vamos a adorar a este gran Ser ... Él es quien desde toda la eternidad organizó la materia en la inmensidad del espacio" (Pomeau, 339)
"es el Ser Supremo. Él es único, infinito, eterno, creador del mundo." (Pomeau, 385)
En su tratado: "De la necesidad de creer en el Ser supremo", Voltaire expresó que los incrédulos no debían renegar la creencia en Dios por culpa de los actos errados de los religiosos, puesto que la incredulidad era una situación monstruosa para el ser humano:
"Decís que la religión ha producido un sinnúmero de fechorías, pero decids más bien la superstición que reina sobre nuestro desventurado globo y que es la más cruel enemiga de la adoración pura que debemos al Ser supremo.
Detestemos ese monstruo que siempre ha desgarrado el seno de su madre: los que lo combaten son los bienechores del género humano. Es una serpiente que se enrosca en la religión: hay que aplastarle la cabeza sin herir la cabeza con la que infecta y devora.
Teméis «que adorando a Dios se vuelva uno supersticioso y fanático», pero, ¿no es más temible que negándole se entreguen a las pasiones más atroces y a los crímenes más horrendos? ¿No hay entre esos dos excesos un término medio más razonable?
Entre esos dos escollos el refugio es Dios y leyes sabias. Afirmáis que sólo media un paso de la adoración a la superstición. Ese paso jamás lo dan los de espíritu bien formados, y ellos son actualmente muy numerosos; están a la cabeza de las naciones, influyen en las costumbres públicas, y de año en año el fanatismo, que cubría la tierra, se ve despojar de sus detestables usurpaciones. . .
El mejor homenaje que podemos tributar a Dios es tomar su defensa sin cólera. . . Él es la verdad misma. . . El verdadero creyente proclama que Dios es infinitamente bueno y justo. . .
Guárdenos Dios de un abominable sacerdote que descuartiza a un rey con su hacha sagrada, o de aquel que, tocado con casco y revestido de armadura, a la edad de setenta años se atrevió a firmar con tres dedos ensangrentados la ridícula excomunión de un rey de Francia y un largo etcétera.
Que Dios nos preserve también de un déspota colérico y bárbaro que, no creyendo en Dios, fuera su propio dios; que se hiciese indigno de su empleo sagrado, pisoteando los deberes que ese empleo impone; que sacrificara sin remordimiento a sus amigos, parientes, servidores, a su pueblo, a sus pasiones.
Esos dos tigres, el uno tonsurado, y el otro coronado, son por igual temibles. . . Si un regimiento de frailes hiciera el menor despliegue contra las leyes del Estado, sería destrozado en el acto. ¿Es que porque se ha expulsado a los jesuitas hay que expulsar también a Dios? Todo lo contrario, hay que amarle más aún." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, Sección I, "De la necesidad de creer en el Ser supremo".]
Voltaire detestaba las supersticiones como las hechicerías, la idolatría al macho cabrío, los preceptos islámicos que inspiraran violencia y el sectarismo religioso. Consideraba que el fanatismo violento religioso se desvía del verdadero sentido de la religión. Mediante el recurso literario de un diálogo con un arcángel, Voltaire rechaza el fanatismo religioso y sus terribles excesos. Pero a la vez, defiende la adoración universal a Dios:
"la adoración del Ser Supremo, único, infinito, eterno, creador del mundo, mantenga los mínimos dogmas y ritos y procure el cuidado de las personas a partir de una moral pura."
"El filósofo que reconoce a Dios tiene para defender su causa multitud de probabilidades que equivalen a la certidumbre, y el ateo sólo tiene dudas. Podríamos alegar muchas más pruebas filosóficas que destruyen el ateísmo. En cuanto a la moral, es evidente que vale más reconocer a Dios que negarlo. Interesa a todos los hombres que exista una Divinidad que castigue lo que la justicia humana deja impune . . .
Verdad es que siempre esperaré que sea más justo el que crea en Dios que el que no crea, pero también esperaré más disgustos y más persecuciones de los que sean supersticiosos. El ateísmo y el fanatismo son dos monstruos que pueden desgarrar y destruir la sociedad." "Ateo"
Distinguíó entre dos celos religiosos: uno bueno, inspirado por la legitimidad divina, y uno malo, que era falso y traía desgracia:
"El celo por la religión es el entusiasmo legítimo con que se trabaja por el progreso del culto debido a la Divinidad.
Pero cuando este entusiasmo es falso, ciego y perseguidor, se convierte en el mayor azote de la humanidad."
Rechazaba a la Iglesia Católica porque la consideraba desviada de la religión universal. Consideraba que los papas eran "disolutos, ambiciosos y sanguinarios"[1] y puso en tela de juicio muchísimas de las doctrinas católicas, usando las enseñanzas de Jesucristo para refutarlas. La cuaresma, el celibato, las posesiones de la Iglesia Católica en el Estado, la supuesta autoridad de la Iglesia católica y los diezmos para la misma son sólo algunas de las doctrinas que atacó.
Aseguró que no había razones históricas para que la Iglesia Católica se adjudicara autoridad religiosa aludiendo al mito de que Pedro fue el primer pontífice:
"Respecto al «trono episcopal», debemos decir que eso es una frase que Eusebio usa prematuramente, porque es sabido que entonces no había ni tronos ni Santa Sede. . .
La Iglesia griega y los reformistas preguntan con mucha razón en qué documentos se funda la primacía que atribuyen a Pedro. A esto los católicos romanos contestan que si los Padres de la Iglesia no le nombran el primero, está el primero en las Actas de los Apóstoles. Los griegos y todos los que profesan la doctrina contraria les replican que San Pedro no fue el primer obispo, y esta cuestión subsistirá mientras existan Iglesia griega e Iglesia latina. ..
Es tradicional la creencia de que Pedro fue obispo de Roma, pero ya está averiguado que ni en su época ni mucho después hubo allí ningún obispado particular. La sociedad cristiana no tomó forma hasta la mitad del siglo II. Puede ser que Pedro hiciera el viaje a Roma; puede ser que lo crucificaran cabeza abajo, aunque no era ésa la costumbre, pero no tenemos ninguna prueba de nada de esto." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Pedro.]
En la sección IV de su Diccionario, planteó la pregunta: "¿Qué disciplina tuvieron los apóstoles y los primeros discípulos?", y explicó que la doctrina original del cristianianismo no otorga autoridad a la iglesia sino solamente a su Maestro Jesús:
"Parece que todos fueron iguales. La igualdad era el gran principio de los esenios, de los recabitas, de los terapeutas, de los discípulos de Juan, y sobre todo de Jesucristo, que la recomienda repetidas veces. . .
Lo cierto es que los apóstoles no tenían otra jurisdicción, otro poder ni otra autoridad que la que conseguían por medio de la persuasión. Por otra parte parece, según se desprende de esta misma historia, que los cristianos hacían vida común. En cuanto se reunían dos o tres, Jesucristo los asistía, y podían recibir igualmente al Espíritu Santo. Jesús era su verdadero, su único superior, y les había dicho: «No llaméis padre a ninguno en el mundo, porque no tenéis mas que un Padre, que está en el cielo. No deseéis tampoco que os llamen señores, porque sólo tenéis un solo Señor y porque todos sois hermanos; ni que os llamen doctores, porque vuestro único doctor es Jesús.»
En la época de los apóstoles no se conocieron los ritos, ni existía la liturgia, ni se practicaban ceremonias, ni tenían horas marcadas para reunirse los cristianos. . .
Todo se hacía entonces por inspiración, por entusiasmo, como entre los terapeutas y entre los judaicos, si nos es lícito comparar un momento las sociedades judaicas que condena la Iglesia católica con las sociedades que dirigió el mismo Jesucristo desde lo alto del cielo, donde está sentado a la derecha de su Padre.
En su diccionario filosófico, Voltaire escribió un relato ficticio en la que se imagina qué le hubiera dicho Jesucristo al respecto, y escribe de la siguiente forma:
"Vi un hombre de fisonomía suave y expresiva; que me pareció que tenía unos treinta y cinco años. Lanzaba desde lejos miradas compasivas sobre ese montón de esqueletos blanqueados, a través de los cuales habíamos pasado para llegar a la morada de los sabios.
Me asombró ver que ese hombre tenía los pies hinchados y sangrientos, lo mismo que las manos, que estaba herido en el flanco y que tenía el cuerpo despellejado de recibir azotes.
—¡Cielos! —exclamé— ¿Es posible que un hombre justo, que un sabio, llegue a encontrarse en ese estado? Acabo de ver otro que lo trataron cruelmente; pero no hay punto de comparación entre su suplicio y el vuestro. Sacerdotes inicuos y jueces pérfidos le envenenaron; ¿quizás vos también fuisteis asesinado cruelmente por sacerdotes y por jueces?
—Sí —me respondió con mucha cortesía.
—¿Quiénes eran esos monstruos?
—Eran hipócritas.
—Oh, ya me habéis dicho bastante; entiendo con solo esa palabra que os debieron condenar a la muerte. ¿Les probasteis acaso, como Sócrates, que la Luna no es una diosa y que Mercurio no es un dios?
—No, no fue por cuestión de planetas. Mis compatriotas no sabían lo que es un planeta... y tenían supersticiones distintas a los griegos. . .
—¿Tratabais de enseñarles una nueva religión?
—No del todo; les decía sencillamente: «Amad a Dios de todo corazón y a vuestro prójimo como a vosotros mismos.» Podéis comprender que este precepto es tan antiguo como el universo. . . Les repetía incesantemente que yo había venido, no para abolir la ley, sino para hacerla cumplir. Había observado todos sus ritos; estaba circuncidado como todos ellos, bautizado como los más celosos de ellos, presentaba mi ofrenda en el templo como ellos, y celebraba la Pascua, como ellos lo hacían comiendo de pie un cordero cocido con lechugas. Mis amigos y yo íbamos a orar al templo; incluso mis amigos lo frecuentaron después de mi muerte; en pocas palabras, cumplí todas sus santas leyes, sin exceptuar ninguna.
"—¡Qué! ¿Osea que esos desdichados ni siquiera podían reprocharte que te desviaste de sus leyes?"
—"No, sin duda."
—¿Por qué entonces te pusieron, pues, en el estado que os encuentro?
—Que esperas que diga, eran muy arrogantes y egoístas; comprendieron que yo los conocía bien, y supieron que yo estaba haciendo que los conocieran los demás ciudadanos; eran los más influyentes, y me quitaron la visa: y gente como ellos siempre harán lo mismo, si pueden, a todo aquel que les haga mucha justicia.
—¿Pero no dijisteis o hicisteis algo que pudiera servirles de pretexto?
—Cualquier cosa sirve de pretexto a los perversos. . .
—¿No contribuisteis, con vuestros discursos, que fueron mal interpretados, a formar esos montones de cadáveres que encontré en el camino viniendo a consultaros?
—Es sólo con horror que he visto a aquellos que han sido culpables de esos asesinatos.
—¿Y esos monumentos de poder y de riqueza, de orgullo y de avaricia, esos tesoros, esos ornamentos, esos signos de grandeza que acabo de ver acumulados, provienen de vos?
—De ningún modo; yo y mi gente vivimos en la pobreza y en la humildad. mi grandeza estaba en la virtud . . .
. . le conjuré que me dijera en qué consistía la verdadera religión.
—Ya os lo he dicho: amad a Dios y a vuestro prójimo como a vos mismo...
—¿Amando a Dios y siendo justo podré ser bastante cauto para no confiar los secretos de mi vida a un hombre que no conozco?
—Así lo hice yo siempre.
—¿Obrando bien podré eximirme de ir en peregrinación a Santiago de Compostela?
—Jamás estuve en ese país.
—¿Será preciso que me decida por la Iglesia griega o por la Iglesia latina?
—Para mí no hubo ninguna diferencia entre el judío y el samaritano, cuando yo estaba en el mundo.
—Siendo así, lo reconozco como mi único señor.
Entonces él me hizo una señal con la cabeza que me llenó de consolación. La visión desapareció, y una clara conciencia se quedó en mí."
[The Philosophical Dictionary of Voltaire, 1764, Sección I, "Religion".]
En la época del filósofo, la Iglesia Católica había sido establecida forzosamente como la religión del Estado y las demás religiones era perseguidas. Es por esto que Voltaire escribió un relato titulado "Razón" en el que describía al Estado francés como la mayor locura, y al Papa católico como un anticristo. La historia narra con la peculiar ironía de Voltaire lo siguiente:
"En la época en que Francia estaba loca con el sistema legal [del Estado], y en la que éste era el controlador general, vino a la presencia de la asamblea un hombre que siempre tenía siempre razón, y que siempre tenía a la razón de su lado. Y le dijo:
«Sr. sois el mayor loco, el mayor bribón, el mayor sinvergüenza que ha aparecido entre nosotros. sé que esto es mucho decir, pero voy a probar lo que digo: se os ocurrió la idea de publicar la riqueza del Estado por medio del papel; pero como ese papel sólo podía representar el valor ficticio de varias riquezas, que son los productos de la tierra y de las manufacturas, debíais haber empezado por darnos una cantidad diez veces mayor de trigo, de vino, de lienzo y de paño. Todavía esto no es bastante, porque además habíamos de estar seguros de despacharlos. Emitís en billetes una cantidad diez veces mayor que la que nosotros tenemos en moneda y en géneros; Ahora veréis como yo pruebo mi proposición mayor.»
(Refiriéndose al Papa Católico):
«Santo padre: vos sois un anticristo, y voy a probárselo a vuestra 'santidad'. Yo llamo anticristo, conforme a la fuerza de la palabra, al que hace todo lo contrario de lo que Cristo hizo y ordenó. Cristo fue pobre, vos sois muy rico; él pagó el tributo, y vos exigís tributo a los demás; él se sometió a las autoridades, y vos ha venido a ser una potestad; él iba a pie, y vos vais a Castel-Gandolfo con un equipaje lujoso; él comía lo que le pusieran en frente, y vos mandáis que comamos pescado los viernes de Cuaresma, siendo que vivimos lejos del mar y de los ríos; él prohibió a Simón hijo de Jonás que usara la espada, y vos tenéis muchas espadas a vuestro servicio; en este sentido, por lo tanto, vuestra santidad es un anticristo. En cualquier otro sentido os honro mucho, y os pido me concedáis indulgencias al momento de morir.»
Voltaire consideraba que muchos eclesiásticos habían añadido cosas innecesarias a la moral dotada por Dios:
"Predicadores charlatanes, controversistas extravagantes, recordad que vuestro maestro no dijo nunca que el sacramento era el signo visible de una cosa invisible; que no admitió cuatro virtudes cardinales y tres teologales; que no examinó si su madre vino al mundo maculada o inmaculada; que nunca dijo que los niños que murieran sin bautizar serían condenados. Proclamó esta verdad tan antigua como el mundo: «Amad a Dios y a vuestro prójimo.» Concretaos, pues, a esta regla, miserables ergotistas; predicad la moral y nada más. Predicad, pero observadla al mismo tiempo; que no resuenen vuestros procesos en los tribunales; que no arranque la garra de un procurador un puñado de harina de la boca de la viuda y del huérfano; no os disputéis un beneficio insignificante con el mismo furor que se disputaron el papismo en el gran cisma de Occidente. Frailes, no pongáis contribución al universo, y entonces os creeremos. . .
Los agricultores, los artesanos y los artistas no han estudiado ningún curso de moral; no han leído ni De Finibus de Cicerón, ni la Ética de Aristóteles, pero en cuanto reflexionan, sin saberlo, son discípulos de Cicerón; el tintorero indio, el pastor tártaro y el marinero de Inglaterra, saben lo que es justo y lo que es injusto. Confucio no inventó su sistema de moral como se inventa un sistema físico: lo encontró grabado en el corazón de todos los hombres. Esa moral estaba impresa en el corazón del pretor Festo cuando los judíos le daban prisa para que hiciera morir pronto a Pablo, porque había introducido extranjeros en su templo. «Sabed —dijo a los judíos el pretor— que los romanos no sentencian a nadie sin haberle oído antes.» Si los judíos carecían de moral o faltaban a ésta, los romanos la conocían y la honraban. La moral no consiste en la superstición ni en las ceremonias ni tiene nada de común con los dogmas. Nunca repetiremos bastante que los dogmas son diferentes en cada país y que la moral es la misma para todos los hombres que usan el don de la razón. La moral nace de Dios, como la luz, y las supersticiones sólo son tinieblas. Las sectas se diferencian unas de otras, porque son hijas de los hombres; pero la moral es la misma en todas partes, porque proviene de Dios."
[The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, "Moral"]
Voltaire, es claro, no era anti-religión. Por el contrario, abogaba por el papel social de la religión, tal como se muestra en su tratado "Cura de aldea" donde incluso se mostró a favor de que los curas y sacerdotes de cualquier religión puedan vivir sufragados por la sociedad, más criticó con dureza la costumbre de los diezmos y el enriquecimiento de los frailes. En su "Tratado de Tolerancia" (1763), Voltaire escribió:
"La superstición es a la religión lo que la astrología es a la astronomía, la hija loca de una madre sabia. Estas hijas han dominado demasiado tiempo la tierra."
Voltaire se mostró a favor de la religión en cuanto esta sea pacífica:
"Queremos una religión que sea simple, sabia, magnífica, digna de Dios y hecha para nosotros, en una palabra: queremos servir a Dios" (Pomeau, 338)
"La religión se instituyó para mantener a los hombres en armonía y conseguir que por su virtud sean dignos de las bondades de Dios. Todo lo que en una religión no tienda a seguir ese objeto, debe considerarse impertinente o peligroso.
La instrucción, las exhortaciones, las amenazas de castigos futuros, las promesas de una bienaventuranza inmortal, las oraciones, los consejos, las ayudas espirituales, son los medios que deben emplear los eclesiásticos para conseguir que los hombres sean virtuosos en el mundo y bienaventurados en la eternidad.
Los demás medios repugnan a la libertad de la razón, a la naturaleza del alma, a los derechos inalterables de la conciencia, a la esencia de la religión, a la del ministerio eclesiástico y a los derechos del soberano." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Derecho Canónico: II. Del ministerio eclesiástico.]
Refiriéndose a la Reforma Protestante (que había iniciado en 1517), Voltaire escribió:
"La religión puede ser purificada. Esta gran labor se inició hace doscientos cincuenta años: pero los hombres sólo pueden llevar luz que llegue a ellos poco a poco." The critical review, or annals of literature, Volume XXVI, by A Society of Gentlemen, (1768). p. 450.
Refutando el celibato:
"Desde el Concilio de Trento ya no pudo haber disputa sobre el celibato de los clérigos en la Iglesia católica romana. Esta decisión hizo separar de la Iglesia de Roma a todas las comuniones protestantes.
Lo que sucedió en el famoso Concilio de Nicea respecto a los sacerdotes casados merece fijar nuestra atención. Algunos obispos, apoyándose en Sozomenos y en Sócrates, propusieron la aprobación de una ley que prohibiera a los obispos y sacerdotes tocar a sus mujeres desde allí en adelante. . .
Parece una frivolidad mover una cuestión por el casamiento de San Pablo. ¿Qué importa que fuera o no fuera casado, si los demás apóstoles lo fueron? Basta leer su primera epístola dirigida a los corintios para convencerse de que pudo ser casado, como los demás apóstoles (1). Dice así:
«¿Acaso no tenemos el derecho de comer y de beber en vuestra casa, de llevar a ella a nuestra esposa, a nuestra hermana, como los demás apóstoles? ¿Seríamos los únicos Bernabé y yo que careciéramos de ese derecho?»" [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), I: Los apóstoles fueron casados.]
En algunas partes del Diccionario filosófico, Voltaire también escribió con convicción en la creencia de que Dios castiga y recompensa. Esto se hace más evidente en "Teísta", donde escribió:
"El teísta es un hombre firmemente convencido de la existencia de un Ser Supremo, tan bueno, como poderoso, que ha formado a todos los seres con la extensión, florecimiento, sensibilidad y reflexión que perpetúa su especie, que castiga los delitos sin crueldad, y que recompensa con bondad las acciones virtuosas."
"¿Quién es el verdadero teísta? El que dice a Dios: «Os adoro y os sirvo»; el que dice a los turcos, a los chinos, a los indios y a los rusos: «Yo os amo»." [The Philosophical Dictionary Voltaire, 1764, "Teismo"]
Al igual que los cristianos de ramas bautistas y menonitas, como los amish, Voltaire defendía la separación entre el estado y la iglesia de la siguiente forma:
"El reinado de Jesucristo no es de este mundo. Él se negó a ser juez en la tierra. Él mandó dar al César lo que era del César, Él prohibió a sus apóstoles toda clase de dominación y predicó la humildad, la dulzura y la dependencia." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), VI - Jurisdicción de los eclesiásticos.]
"Ninguna persona religiosa puede tener en la tierra dominios ni posesiones, porque los bienes de los eclesiásticos son espirituales y las posesiones de los fieles, como verdaderos miembros de la Iglesia, están en el cielo. Allí existe su tesoro. El reino de Jesucristo, que anunció como próximo, no era de este mundo; por lo tanto, ninguna posesión puede ser de derecho divino." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), III - De las posesiones de los eclesiásticos.]
Aludió a la prohibición del juramento:
"Al ocuparnos de este artículo en el Diccionario Enciclopédico, dijimos que los hombres llamados cuáqueros en Inglaterra hacían fe en el tribunal de justicia con una sola afirmación, y no los obligaban a prestar juramento. Los pares del reino gozan de iguales privilegios, los pares seculares afirman por su honor y los pares eclesiásticos poniendo la mano sobre el corazón. Los cuáqueros obtuvieron la misma prerrogativa en el reinado de Carlos II y es la única secta que en Europa disfruta de tal honor. El canciller Cuwer quiso obligar a los cuáqueros a que prestaran juramento como los demás ciudadanos, pero el que estaba a la cabeza de ellos le contestó con gravedad:
— Amigo canciller, debes saber que Nuestro Señor Jesucristo nos prohíbe afirmar de otro modo, pues nos dijo expresamente: «Os prohíbo jurar por el cielo, porque es el trono de Dios, y por la tierra, porque es el escabel de mis pies; por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey, y por la cabeza, porque tú no puedes convertir un solo pelo en blanco ni en negro». Esto es irrefutable, amigo canciller, y no nos atrevemos a desobedecer a Dios por complacerte a ti y al Parlamento." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), "Afirmación por Juramento".]
Voltaire salió en defensa de John Locke, quien era calumniado en su tiempo:
"la virtud verdadera, hija de la razón y no del temor... guió a muchos sabios a la inmortalidad, y la que en tiempos modernos dirigió la vida de Descartes, precursor de la física; de Newton intérprete de la Naturaleza; de Locke, el que enseñó a la inteligencia humana a conocerse bien. y de Bayle, juez ilustrado e imparcial. . .
Locke no sólo era virtuoso, no sólo creyó que el alma era inmortal, sino que nunca afirmó que la materia piensa; sólo dijo que la materia puede pensar si Dios quiere, y que es un absurdo temerario negar que Dios tenga ese poder. . . ¿Qué prueba todo esto? Que existen partes de materias imperecederas e indivisibles; que Dios, que es Todopoderoso, podrá cuando le plazca dotar de pensamiento a una de esas partes y conservarlas siempre.
No digo que la razón me demuestre que Dios haya obrado de ese modo; únicamente digo que la razón me enseña que puede obrar así, y repito con el sabio Locke, que no corresponde a nosotros, que somos criaturas de ayer, atrevemos a medir los límites del poder del Creador, del Ser infinito, del único ser necesario e inmutable." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Defensa de Locke.]
Voltaire salió a comentar sobre Isaac Newton quien fue malinterpretado por historiadores engañosos que decían que era deísta:
"Algunos [deístas] reducen su sistema al puro deísmo armonizado con la moral de Cristo. Newton no pertenecía a estos últimos; sólo difería de la Iglesia anglicana en el dogma de la consustancialidad, creyendo en todo lo demás. Manifiesta su buena fe comentando el Apocalipsis, donde ve con claridad que el papa es el Anticristo. y por otro lado explica ese libro y todos los que se relacionan con él." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Newton-Descartes.]
Aunque admitió que no comprendía por completo:
"Newton cree que el espacio es el sensorium de Dios. De joven creí comprender esa palabra, pero ahora que soy viejo no la entiendo, como no entiendo las explicaciones que da del Apocalipsis. No sé qué quiere decir que el espacio es el sensorium, el órgano interior de Dios..."
Voltaire reconoció que todos los seres y todas las cosas habían sido creados por Dios:
"¿Cómo concebir que la piedra y el cieno sean emanaciones del Ser Eterno inteligente y poderoso? Hay que escoger entre este dilema: la materia de la piedra y del cieno existe necesariamente por sí misma, o existe porque le da vida el primer motor. No puede haber término medio. Por lo tanto, hay que tomar uno de estos dos partidos: la materia es eterna por sí misma, o la materia es producto del Ser poderoso e inteligente. . . Puesto que yo soy un ser extenso y pensante, mi extensión y mi pensamiento son productos necesarios de este Ser. Es evidente que no puedo dotarme de extensión, ni de pensamiento; luego he recibido ambas facultades de ese Ser necesario. ¿Pudo darme lo que no tenía? Me dotó de inteligencia y me puso en el espacio; luego, es inteligente y está en el espacio. Decir que el Ser eterno, que el Dios omnipotente, en todos los tiempos llenó necesariamente el universo de sus producciones, no es privarle de su libertad; al contrario, puesto que la libertad es el poder de obrar, Dios obró siempre y por tanto utilizó siempre la plenitud de su libertad. La libertad que algunos denominan indiferencia es una palabra sin sentido, un absurdo, porque eso sería determinarse sin razón, sería un efecto sin causa. Y Dios no puede tener esa libertad supuesta, que implica contradicción en los términos. El ha obrado siempre por la necesidad que constituye su existencia. Es imposible, pues, que el mundo exista sin Dios y que Dios exista sin el mundo. El mundo está lleno de seres que se suceden unos a otros; luego, Dios ha creado siempre los seres que se han sucedido."
Voltaire reconoció que la población de América y de África también había sido creada por Dios:
"Ya que no se cansan de aventurar hipótesis sobre cómo pudo poblarse América, tampoco me cansaré de decir que quien hizo en el Nuevo Mundo las moscas también hizo nacer a los hombres.
Por más ganas que se tengan de discutir, no puede negarse que el Ser Supremo, que preside toda la naturaleza, hiciera nacer en el grado cuarenta y ocho animales de dos pies y sin plumas, cuya piel participa del blanco y del rojo con barbas largas casi rojas. Como tampoco puede negarse que el Creador haya hecho nacer negros sin barbas en Africa y en las islas, y otros negros barbados en la misma latitud, unos con pelo que parece de lana y otros con una especie de crines, y entre unos y otros, animales enteramente blancos que no están dotados de crines ni de lana, sino de seda.
No se comprende qué es lo que puede impedir que Dios hiciera nacer en otro continente seres de una misma raza."
Voltaire reconoció el pacifismo de la doctrina cristiana original:
"Jesucristo, al recibir una bofetada en una mejilla manda que presentéis la otra, y que entreguéis la túnica cuando os roben el manto. Por estos principios se rigieron los cristianos durante los dos primeros siglos, sin altares, templos, ni magistrados, desempeñando todos los oficios y llevando una vida retirada y apacible. Los textos de los primitivos cristianos nos confirman que no se les permitía llevar armas, pareciéndose en esto a los pensilvanos y anabaptistas modernos, que se jactan de seguir el Evangelio al pie de la letra. Aunque en éste hallamos ciertos pasajes que, interpretándolos torcidamente, pueden inspirar la violencia, y aunque se lean máximas que parezcan contrarias al espíritu pacífico, otras muchas nos mandan sufrir y no pelear. No es extraño, por tanto, que los cristianos abominaran de la guerra durante doscientos años. Razón tuvo el gran filósofo Bayle para decir que un cristiano de los primitivos tiempos sería un mal soldado y que un soldado de aquel entonces sería un mal cristiano."
Críticó el intento de Montesquieu quien en su obra "El espíritu de las leyes" abogaba por que los creyentes usaran la "defensa legítima". En "Esenios", Voltaire escribió:
"No cabe duda que el autor de El Espíritu de las leyes no recordaba las palabras del Evangelio cuando dice que los verdaderos cristianos conocerían bien los derechos de la defensa legítima, y se olvidaba del mandato de Jesucristo de dar la túnica cuando nos roban el manto y de presentar la otra mejilla cuando nos dan una bofetada. He aquí anulados los principios de la defensa legítima. Los cuáqueros no han querido nunca batirse, y los habrían aplastado en la guerra de 1756 si no los hubieran defendido los demás ingleses, que obligaron a que les dejaran."
Voltaire expresó su simpatía por los cristianos cuáqueros y el contraste con los clérigos de su tiempo. Expresó su anhelo de poder vivir de forma semejante a los primeros:
"Los cuáqueros tienen varias denominaciones: se llaman también primitivos o miembros de la primitiva Iglesia cristiana, de la de Pensilvania o de la de Filadelfia; yo prefiero a todos esos nombres el de «amigo de los hermanos», como se llaman en Filadelfia. Hay muchas clases de vanidad, pero la más bella de todas es aquella que, no atribuyéndose ningún título, consigue que sean casi todos los otros ridículos.
Profeso un cariño especial a los quákeros, y si el mar no me produjera un mal insoportable, iría a recostarme en el seno de la Pensilvania para terminar allí el resto de mi vida. La Pensilvania está situada en el grado cuarenta, en el clima más benigno y más favorable para la salud; sus campiñas son fértiles, sus casas están edificadas con todas las comodidades posibles, sus habitantes son industriosos y sobresalen en las manufacturas. Viven en eterna paz sus ciudadanos; los crímenes son allí casi desconocidos, y no hay mas que un solo ejemplo de un hombre desterrado del país, pero lo merecía: fue un sacerdote anglicano que se hizo quákero y era indigno de serlo. Sin duda a ese desgraciado le poseía el diablo, porque se atrevió a publicar la intolerancia; se llamaba Jorge Keith, lo expulsaron del país, no sé dónde se fue; pero ojalá todos los intolerantes se hubieran ido con él. Entre los trescientos mil habitantes que pueblan la Pensilvania, hay doscientos mil extranjeros. Por doce guineas se pueden adquirir cien fanegas de excelente tierra, y el que las posee es verdaderamente rey, porque es libre y porque es ciudadano; no podéis hacer daño a nadie ni nadie puede perjudicaros; tenéis la opinión que os place y podéis exponerla sin temor a que os persigan; no conocéis allí el peso de los impuestos, que en otras partes aumenta sin cesar; no tenéis que hacer la corte a nadie ni podéis temer la insolencia de un subalterno importante y engreído.
Verdad es que en el monte Krapack yo vivo poco más o menos como los cuáqueros; pero no debo la tranquilidad que gozo a las montañas que cubren nieves eternas y a los precipicios horribles que rodean mi paraíso terrestre. Todavía algunas veces el diablo franquea, como en el libro de Milton, estos precipicios y estos montes que causan espanto, para infestar con su hálito venenoso las flores de mi paraíso. Satán se convirtió en sapo para venir aquí a engañar a dos criaturas que se amaban, y también vino una vez presentándose sin disfraz, para traernos la intolerancia, pero nuestra inocencia triunfó del horroroso furor del diablo." [Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Quakeros.]
La anécdota más aceptada sobre sus últimos días y palabras es la siguiente.[3]
Su conocido, Benjamin Franklin, quien embajador de Estados Unidos en Francia, pidió a Voltaire que le diera una bendición a su nieto. Él puso sus manos sobre su cabeza y le invitó a dedicarse a "Dios y la libertad".
Cuando Voltaire cayo en cama por enfermedad mortal, un sacerdote fue convocado para confesarlo, ya que a cualquier persona que muriera fuera de la Iglesia Católica en Francia, no se le permitía ser enterrada en un cementerio consagrado.
Voltaire preguntó al sacerdote de parte de quien venía. El sacerdote respondió: "De Dios mismo". Voltaire le respondió: "Bueno, bueno, señor, ¿sus identificaciones?" El sacerdote se fue con las manos vacías.
Más tarde, otro sacerdote fue llamado para oír su confesión, pero él también se fue vacío ya que éste le había exigido una profesión de fe plena en la doctrina católica. En cambio, Voltaire elaboró su propia declaración, que le dictó a su secretaria, Jean-Louis Wagnière, a quien dijo:
"Muero adorando a Dios, amando a mis amigos, no odiando a mis enemigos, y detestando la superstición." (28 febrero 1778). [Archives des missions scientifiques et littéraires, p. 49. Déclaration de Voltaire, note to his secretary, Jean-Louis Wagnière (28 February 1778). Original: "Je meurs en adorant Dieu, en aimant mes amis, en ne haïssant pas mes ennemis, en détestant la superstition." ]
La oposición clerical hizo imposible que recibiera el permiso de entierro en París o en Ferney, pero sus amigos consiguieron un lugar de entierro para él en una iglesia de Champagne.
Obras citadas:
- Parton, J. Life of Voltaire, Vol. II. Boston: Houghton, Mofflin and Company, 1884.
- Pomeau, R. Ecraser L' Infame, 1759-1770. Voltaire Foundation, 1995.