Desde el verano de 1830, Forbes estaba preparándose para una prueba de conocimientos, estudiando cálculo y aprendiendo alemán, para poder ser aceptado en la cátedra de filosofía natural en la Universidad de Edinburgo. En octubre de ese mismo año, Forbes regresó a la escuela Colinton House, a terminar de estudiar leyes, queriendo salir lo antes posible. El siguiente extracto da a conocer algunas de sus opiniones e intereses que él tenía presentes para el invierno que se aproximaba:
"Casi había pasado este día en mi cabeza sin un debido recuerdo. Apenas regresé ayer de Inglaterra y Gales, y luego tuve el accidente de ser obligado a recordar una fecha en frente de mis ojos que trajo a personajes profundamente asociados: 24 de octubre. Por un accidente bastante curioso, había estado leyendo algunas notas de mi abuela en su vieja Biblia relacionada con éste día.
Desde la semana pasada, he leído las oraciones enteras escritas el año pasado, y con mucha utilidad, pues el descuidado incidente de viajar me había hecho olvidar mucho del deber que tengo con el bondadoso Protector de mi camino a menudo peligroso. Mi auto-examinación había sido degenerada, mi lectura seria se había hecho más escasa. Pronto mi separación de la Colinton House será un acontecimiento pasado — Dios, fortaléceme" (Shairp & Tait. 1873:64)
En 1832, Forbes hizo el examen para ser aceptado como profesor de Filosofía Natural (Ciencia) en la Universidad de Edinburgo, y poco después, fue aceptado obteniendo resultados de primer nivel.
El 7 de junio de 1832, Forbes fue elegido como miembro de la Sociedad Real en Londres por la notoriedad de las investigaciones que estaba realizando desde entonces.
En los siguientes meses hizo breves viajes a las Universidades de Oxford y Cambridge, a Francia y a Suiza, hasta que se le llamó informándosele de la muerte de John Leslie y la subsecuente vacante en la dirección de la Universidad.
De los cuatro candidatos para el puesto, Sir David Brewster era el favorito por el alcance y la eminencia de sus logros científicos, y aunque Forbes era el más joven, éste recibió una serie de comentarios aprobatorios por parte de científicos eminentes de la época (Whewell, Airy, Peacock, Buckland, Vernon Harcourt, Chalmers, Sir William Hamilton de Dublin, y Sir John Herschel). El 30 de enero de 1833, un comité votó por Forbes para ser el director, con una mayoría de 27 a nueve votos a favor de Brewster.
Forbes describió con palabras de alabanza hacia Dios, los fines y motivos con los que aceptó este nuevo cargo en su carrera científica:
Greenhill, 3 de febrero, de 1833.
"Dios, con Su gran misericordia, me ha llevado por otro año de forma segura. Él ha dirigido mis pasos fuera del país. Él me ha vigilado desde allá. Él me ha dado en abundancia para disfrutar. Él me ha traído a casa tiempo antes de lo que yo hubiese propuesto. Él ha realizado el motivo que fue la causa inmediata de mi regreso. En todas éstas cosas yo veo Su mano. Si alguna vez me sentí dispuesto a decir: "Hoy o mañana iré a tal o cual ciudad y pasaré un año allá," [St. 4:13] Él me ha convencido de la incertidumbre de los asuntos humanos, y por medio de una analogía de mi propia en mi vida. "Sus caminos están en el mar, y Sus sendas en las muchas aguas, y sus pisadas no son conocidas" [Sal. 77:19]. Por medio del cumplimiento del motivo de mi regreso a éste país, me encuentro en un tiempo más pronto del que me que propuse en el cargo de profesor de Filosofía Natural en Edimburgo, al que fui elegido el día 30 del mes pasado. Que sea para mi propio bien, temporal y eterno. Es bajo esta sola condición que he orado para que ello ocurra. Hoy recibí comunión y expresé mis quereres y deseos en palabras como estas:
—Dios de lo más poderoso y misericordioso, mira hacia abajo con piedad por las flaquezas de Tu siervo. En medio de las escenas cambiantes de la vida dame firmeza para mantener mis ojos fijos constantemente en el gran objetivo de la vida que Tú me has dado. Yo reconozco las obras de la providencia en Tus recientes tratos conmigo. Deja que mi objetivo sea así utilizar los dones y beneficios temporales con los que Tú me has bendecido, para que se pueda redundar en beneficio máximo para Tu gloria y para mi propio destino espiritual y eterno. Llévate de mí todo miedo de los ceños del mundo, toda la euforia de sus sonrisas. Hazme capaz de cumplir con integridad los nuevos deberes que están puestos delante de mí, para actuar decentemente en la esfera más amplia a la que Tu bondad ha prolongado mis esfuerzos. Ayúdame a cultivar la caridad cristiana, a dejar de lado todos los sentimientos de animosidad, y a apreciar un principio de benevolencia. Te suplico que me preserves de una ansiedad indebida en asuntos temporales, a los cuales estoy tan propenso; y que refuerces mi confianza oscilante en Ti, la cual admito que ha sido pecaminosa y desagradecidamente imperfecta. Concédeme, te ruego, salud para la prosecución de mis compromisos, pero no un amor esclavizante de la vida. Concede que pueda tener una percepción sin miedo de mi vejez. Si no fuera tan manifiestamente olvidadizo de la incertidumbre de la vida, permíteme no confundir la culpa de pensar demasiado sobre el mañana, con la convicción salvadora del pensamiento de un último juicio. Enséñame a no enumerar meramente mis días, sino a "contarlos bien para que pueda traer al corazón sabiduría." Promueve todos mis buenos propósitos, aunque sean imperfectos, y haz efectiva la debilidad que, sin ayuda, los haría inútiles. Esto y todo te lo pido por medio de los méritos de Jesucristo. Amén" (Shairp & Tait. 1873:87-88).
Estos motivos elevados y estables, que constantemente renovaban su fortaleza, fueron descritos de forma recurrente en los años siguientes:
Greenhill, 20 de abril, 1834.
"No dejaré que pase este día sin grabar mi profunda y sincera sensación de la bondad especial y del poder protector Dios, el cuál he experimentado durante los últimos quince meses de trabajo casi incesante, una dádiva de vigor mental y corporal que me ha permitido pasar, con relativa facilidad y crédito, a través de la primera parte de mi carrera profesoral. He tenido la dicha de agradar a mis amigos, y de tener mis fatigas sobradamente compensadas por el entusiasmo y la aplicación y la gratitud de mis alumnos. Deseo reconocer a Dios como la fuente de toda esta buena fortuna, y bendecirlo a Él porque todavía me guara para seguir el curso en el que Él me ha guiado tan paternalmente y ha fortalecido mis esfuerzos. Habiendo alcanzado la cumbre de mis deseos desde un punto de vista mundano, anhelo que, con un aporte razonable de renuncia, ahora pueda decir, si es necesario: 'Señor, ahora despide Tú a tu siervo en paz'." (Shairp & Tait. 1873:107).
Después de estar muy ocupado en su carrera, Forbes dejó de escribir en su diario por un tiempo, hasta retomarlo de la siguiente forma:
The Dean House, 20 de octubre, 1839.
"¡Cinco años han pasado desde que las últimas páginas fueron escritas! ¡Que abismo en previsión! ¡Qué tramo en retrospectiva! Agradezco a Dios Todopoderoso que si hay un cambio que haya caracterizado mi mente más que cualquier otro es una aproximación al cumplimiento del deseo expresado en la última oración. Cada año me siento más preparado para morir, y me siento más familiarizado con la idea.
Me gustaría atribuir esto a una disposición creciente a dicho cambio; soy perfectamente consciente que surge plenamente de la experiencia de saciedad de incluso las gratificaciones terrenales más intelectuales. . . No obstante, mis razones para una anticipación tranquila del futuro, sin duda alguna han mejorado en gran medida en ciertos aspectos en estos cinco años. Tengo una dependencia mucho más estable y razonable en la expiación de Jesucristo, la doctrina de que la gracia de Dios, en estos pocos años, me ha revelado de absoluta importancia, como un motivo de esperanza y guía para actuar" (Shairp & Tait. 1873:147).
El siguiente año, Forbes se dispuso a escribir un fragmento biográfico de sí mismo, en una carta a un amigo muy cercano:
Domingo, 3 de noviembre, 1839
"Nací el 20 de abril de 1809, mientras mi madre estaba en un estado de salud muy delicado. Ella fue a Devonshire, me llevó con ella, y murió allí el año siguiente. Mi pobre padre, tengo motivos para saberlo indirectamente, estaba apenas perturbado por su pérdida: era un hombre de lo más virtuoso, noble, y de un singular temperamento discreto; él estaba formado para el completo goce de la vida doméstica. Él tenía, al parecer, tan fuertes afecciones por mi madre, que con su pérdida fue un hombre cambiado: él vivió como un cristiano debe hacerlo, esforzándose por cumplir con su deber para con su familia y para con la humanidad por medio de la más activa, pero secreta, benevolencia; más desde el momento de la muerte de mi madre, supongo que nadie tuvo su completa confianza. Para su familia, el fue el padre más cariñoso, considerado, y uniformemente indulgente; aún así el pasó poco tiempo en su sociedad, vivió siempre en casa, creo que desde los años [que estuvimos] juntos, nunca lo vi salir ni si quiera para cenar, hasta que el aumento de edad de mis hermanas lo orilló a permitirse mezclarse en sociedad por su bien, y vivir parte del año en Edimburgo. Hasta entonces, siempre habíamos vivido en Colinton en reclusión absoluta.
[Él estaba] en buenos términos con todo el mundo, no tenía cercanía con persona alguna en el vecindario, y por lo tanto, no teníamos a nadie conocido. En todo el tiempo que lo conocí, nunca mencionó el nombre de mi madre en mi oído, salvo una o dos veces por lo mucho. Yo, el más joven y más delicado de la familia, era su peculiar favorito, y ya que nunca fui enviado a la escuela o a cualquier otro lugar, apenas me separé de él hasta el día de su muerte. No vayas a suponer que él andaba triste o malhumorado — él no era así; él vivía en los mismísimos corazones de sus hijos, y ahora que miro hacia atrás, así percibo claramente que así como su tesoro no estaba en este mundo, tampoco lo estaba su corazón.
Fui educado con mi hermano Charles en casa, mis dos hermanos mayores fueron a la escuela en Inglaterra. Incluso cuando vivía en Edimburgo nos rolábamos todos los días con el maestro de escuela en Coltnton para clases particulares, de manera que no teníamos conocidos ni si quiera entre nuestros parientes más cercanos, hasta que casi habíamos crecido, y, literalmente, yo no conocía a nadie más allá de mis primos hermanos, y pocos de ellos. Este fue sin duda un gran error, y no puedes dejar de observar los efectos de lo mismo en mis hermanos y hermanas, así como en mí mismo.
A su debido tiempo me fui a la universidad, después de haber estado en el extranjero durante un año, pero para entonces mis hábitos estaban demasiado formados voluntariamente como para tratar de hacer conocidos. Mi único compañero, Charles, se dedicaba a otras actividades, y mis hábitos, que siempre eran solitarios, se hicieron muy evidentes.
Cuando tenía como trece años, el gusto por la lectura y la investigación ya se habían desarrollado espontáneamente por sí mismos, sin medios de gratificación en absoluto, porque nuestra lectura estaba muy rigurosamente regulada. Mis primeros ensayos en la ciencia, que estarían siendo publicados poco después, se hacían casi como en secreto criminal, porque, por supuesto, si se descubrían, tendrían el destino habitual de que mis hermanos se reirían de ellos. Esto aumentó aún más mis reservas.
Yo había querido tener un amigo profundo en el colegio, pero él no fue del todo feliz; para entonces, mis modales reservados decían muy evidentemente todo lo que han hecho desde esa época. Él está vivo ahora y bien, pero él no sabía lo que yo sentía.
A los diecisiete años, comencé a escribir de forma anónima en el "Brewster's Journal", y poco después fui a Italia. Mi gusto por la ciencia siempre crecía, pero mi timidez me hizo arraigarlo todavía más diligentemente. Durante años, hice observaciones cada hora de la noche cada dos días sin que nadie en la casa lo sospechara, excepto mi hermano que dormía en la misma habitación. Ni siquiera él sabía de mis Ensayos impresos. No voy a contar una historia de ese progreso, porque ese no es mi punto en cuestión, excepto en la medida en que se ilustre el sistema de educación en el que me crié.
Mi hermano mayor murió en 1826, mientras estábamos en el extranjero, y mi pobre padre nunca tuvo un día de salud después de ello. No necesito indagar en los dos años que se quedó más tiempo, haciéndose más y más amado por su familia hasta que agradó a Dios llevárselo hace tan sólo once años. No tengo que decir más que vivimos apartados esos dos años, y durante mucho tiempo después, viviendo solamente en Colinton. En cuanto a mí, estando bastante interesado en mis estudios, yo nunca me perdí de la sociedad, y a no ser de la catástrofe de la muerte de mi padre, volvería a pasar de nuevo con alegría por esos años de meditación.
A los veintiún años yo casi no conocía a nadie, y estaba siendo oprimido por la dispepsia, contra la que siempre me habían advertido, y la cual he tenido desde las semillas desde la infancia. Aunque he disfrutado durante mucho tiempo el pensamiento independiente, tenía poca noción de la acción independiente, y sentía una torpeza y timidez en mi trato con la gente en general, y con las mujeres en particular, de lo cual, sin duda, has visto los rastros.
Esta desconfianza no se extendía en la sociedad intelectual, y muchas veces me asombro porqué, cuando pienso en la época memorable de 1831, cuando apenas tenía veintidós años, y estaba amueblado con un gran número de cartas, principalmente del Dr. Brewster y otros que había conocido, me di a conocer en Londres, Oxford y Cambridge. Me asombro, digo, en el dominio propio que sentí entonces, en el goce intenso que sentí en la posibilidad de comunicar temas reprimidos en mí tantos años, y fui inmediatamente un hombre nuevo. Por tanto, tenía, como te darás cuenta, un mundo de pensamiento y de relación intelectual abierto delante de mí que se convirtió en mi mundo. Mi mundo familiar no fue alterado. Mis amigos (y pronto demostraron serlo realmente), por lo general eran del doble de mi edad.
Mientras mi actual hermano mayor se estaba moviendo al mismo tiempo en los mejores círculos en Londres, yo no tenía deseo de acompañarle; se requería muchos años en la sociedad intelectual en la que yo mismo había trabajado, literalmente, para darme tiempo de pensar en alguna otra. En Edimburgo no pude encontrar lo que tenía en Londres y Cambridge, y por lo tanto, tenía poco o nada. En 1832, viajé sólo al extranjero, y completamente trabajé en un estado, lo cual, verás que me resultaba algo natural para mi estado mental de aquél entonces, al viajar solitariamente, y a la independencia que esto confiere y brinda. Estos viajes no sociales, que dices que te gustaría que yo hiciera, son la evidencia y la prueba del carácter reservado en la sociedad común que, porque los ves más en cuanto a un interés personal, a veces lamentas.
Desde que he actuado autónomamente me he atrevido a hacerlo de forma muy independiente sobre el tema de los asociados. He formado mi propio círculo de conocidos, me he guardado de ellos sin consultar opiniones o prejuicios de otras personas, y por otro lado, he tratado con mera urbanidad a aquellos arrojados accidentalmente en mi camino. La consecuencia es que si he ofendido a algunos, he ganado mucho tiempo y una sólida falange de aliados más útiles, que me agradan, y a quienes les agrado, simplemente porque tenemos algo en común, aunque podamos diferir en otros puntos.
La sociedad general mixta nunca tuvo agrado de mí. Como no pido homenaje de ella, no tengo porqué agacharme hacia ella, y ella pide muy poco de mí.
Debo añadir que, en la infancia, en parte por constitución y en parte por indulgencia, yo era tímido, perturbable y nervioso en demasía, de modo que cuando un espíritu más independiente vino sobre mí, yo me volví más enérgico y determinado. Esta etapa continuó en mi desde mis diecisiete a veintisiete años; desde entonces algunos ingredientes han suavizado algunas de las asperezas de mi carácter, y la bondad providencial de Dios, que me hizo conocerte, hizo que esa amistad en muchos sentidos una bendición, por la cuál deseo darle las gracias como debo.'
(Shairp & Tait. 1873:89-92)
|
Foto de James David Forbes en 1845.
por Hill & Adamson, en Glasgow. |
Tras una serie de temblores que ocurrieron en el año 1839 en la región de Escocia cercana al poblado de Comrie, Perthshire, la Asociación Británica Para el Avance de la Ciencia llamó al establecimiento de un comité especial que comenzara a desarrollar "instrumentos y registros para registren los temblores en Gran Bretaña" (David Milne, 1842). El instrumento sismológico más notable que resultó de ese trabajo fue el sismógrafo de péndulo invertido inventado por James David Forbes en 1844.
Anteriormente, desde el año 132 d.C., el filósofo chino Chang Heng ya había creado un instrumento llamado "sismoscopio", que servía para detectar la ocurrencia de un sismo y permitía indicar que tal movimiento había tenido lugar. Sin embargo, el sismoscopio chino no dejaba registro o datos acerca del desarrollo o el progreso de los sismos. Por ello, James Forbes es considerado el primer inventor que buscaba un instrumento sismográfico que tuviera un período de grabación más largo y que claramente, pudiera medir el desplazamiento progresivo de la tierra en un terremoto. Forbes, de igual manera, fue la primera persona en describir matemáticamente el comportamiento de un instrumento sísmico, pues ese mismo año había desarrollado una teoría matemática para su descripción.
Poco después de este hito histórico, Forbes, ya habiéndose casado, tuvo un precioso momento en su vida: el nacimiento de su primera hija; un momento del que escribió lo siguiente en una carta a uno de amigos más entrañables:
20-21 de octubre, 1844
"No hay momento que perder para decirte la alegre noticia: Oro a Dios para que nuestros hijos puedan compartir el vínculo afectivo que une a sus padres — un vínculo que, permíteme decir en este momento solemne, va a perdurar, confío, incluso más allá de la tumba. Por la mañana te daré más noticias. Son cuarto para la una — Acabo de ver a mi pequeñita bebé." (Shairp & Tait. 1873:165)
Un mes más tarde, Forbes escribió otra carta al mismo amigo, expresando sus impresiones de leer de "La vida del Dr. Arnold" (1844), un libro biográfico sobre el pegagogo cristiano Thomas Arnold, escrito por el Reverendo Arthur P. Stanley, decano de Westminster. El libro había sido aclamado como una de las mejores biografías de los tiempos modernos, y Arnold era conocido por discutir incesantemente temas religiosos y morales. Forbes, escribió:
"Yo mismo he leído el libro con el placer más sincero y con no poca admiración, y he reunido, confío, algunas lecciones útiles y perdurables. Hay algunos pasajes con mucho encanto en sus diarios, y su biógrafo parece haber ejecutado su tarea con extraordinaria fidelidad e imparcialidad. En muchos de las opiniones de Arnold sobre temas controvertidos encuentro un eco de las mías, y sus opiniones eran tan heterogéneas que casi todo el mundo, probablemente hace lo mismo, y por consiguiente tal vez he ahí un indicio de la popularidad del libro." (Shairp & Tait. 1873:167)
David siguió siendo prolífico en sus investigaciones, había comenzado a dar conferencias, y seguía dando clases en la universidad de Edinburgo, que era una de las más destacadas de la época y recibía importantes personalidades científicas, como la de William Thomson (Lord Kelvin) en 1851.
En una de las clases que impartía, Forbes conoció a un joven estudiante de fe cristiana, egresado del "Glasgow College", llamado John Mackintosh (1822-), quien se volvería uno de sus más entrañables amigos. Diez años antes, en mayo de 1841, Forbes y Mackintosh habían hecho una expedición juntos a la Isla de Arran y en junio habían escalado los montes Pirineos.
Forbes realizó expediciones con diversos colegas e intelectuales a otras montañas. Resultado de este trabajo, fueron sus escritos "Viajes a través de los Alpes de Savoy y otras partes de la cadena de los Peninos, con Observaciones de los fenómenos de los glaciares" (1843); "Noruega y sus glaciares; visitada en 1851, seguida de diarios de excursiones en los Altos Alpes y Dauphiné, Berne y Savoy" (1853), "Apuntes ocasionales sobre la teoría de los glaciares" (1859), y "Un tour en el Monte Bianco y en el Monte Rosa" (1855).
En el primero de estos libros, Forbes escribía que en sus viajes: "...Nos volvimos aún más sensibles de nuestro aislamiento de viviendas humanas, ayuda humana y simpatía humana, nuestra soledad con la naturaleza y, por decirlo así, de la presencia más inmediata de Dios"(1843:289).
Forbes también mantuvo correspondencia personal con John Herschel y Michael Faraday, y trabajó a lado de otras figuras eminentes, aunque con Mackintosh tenía una amistad especial que lo hizo mantener una correspondencia constante y más frecuente con él. El 9 de febrero, 1851, escribió acerca de él en su diario:
Edinburgo, 9 de febrero de 1851.
"Mi querido amigo, John Mackintosh, está gravemente enfermo. Recibí una carta hace unos diez días, fechada desde Tubingen, el 21 de enero; [él] amable y de buen corazón y gentil, como siempre lo fue, aunque, evidentemente, un poco alarmado por una afección creciente de los pulmones, de la que ha sufrido desde su exposición descuidada y un cansancio en Italia, en mayo y junio del año pasado... Fue un triste error. La enfermedad fue iniciando y agravándose por descuido, y con la inconsciencia característica de los pacientes tuberculosos, él no tenía evidentemente ningún concepto de un peligro real, sino hasta el 21 de enero.. ¡Cuán extraños, qué terribles son para nosotros los caminos de Dios! ¿Es porque es tan puro, tan bueno, tan querido, que tiene que ser retirado del mal que vendrá? Le escribí una carta hoy, llena de afecto sin límites, en triste incertidumbre de si su ojo vivo, que tan a menudo volvía hacia a mí, volvera a mirar sobre ella, o incluso si su oído escuchará las palabras cuando se lean, porque he escrito a su madre para suplicarle que se la pueda leer, si es necesario. Deseo tener un interés en los pensamientos y las oraciones de ese santo moribundo - porque me temo que está muriendo." (Shairp & Tait. 1873:202)
La carta que Forbes le envió a su amigo decía:
"En todas las cosas, lo sé, tienes una gran ventaja sobre mí. Sincera y absoluta será tu resignación. ¡Que habitual y profundo el arrepentimiento por los pecados y errores de tu vida pasada!, ¡que natural y sin fingimientos tu confianza en el Salvador a quien has creído constantemente!. . . si estuvieras muy fatigado para escribir, queridísimo Mackintosh, al menos envíame algún mensaje amable, tu amor y tu bendición, por medio de la pluma de uno de tus amigos y observadores; y piensa en mí como alguien que estaría presente contigo en cuerpo si me fuera posible, pero más ciertamente como alguien que lo está en alma y el espíritu, y que Dios Todopoderoso y nuestro Salvador Jesucristo esté contigo ahora y por siempre, para apoyarte y confortarte y defenderte y recompensarte, es la oración, queridísimo Mackintosh,
De tu amigo afectuoso, James D. Forbes"
(Shairp & Tait. 1873:203-204)
A esta carta, Mackintosh tuvo oportunidad de responder (aunque por medio de la pluma de su hermana), diciéndole entre otras cosas:
"La amabilidad de tu carta me ha fortalecido, pero sobre todo, me sostuvo y me consoló... El Señor nunca me ha dado más de lo que Él me ha dado fortaleza para soportar, y Su bondad para mí es infinita. Si es la voluntad del Señor llevarme a casa, es mi alegría el pensar que nos separamos sólo por una temporada. Deseo ser recordado muy amablemente a la señora Forbes y a tus queridos hijos, y siempre soy,
Tu agradecido y fiel colega, John Mackintosh.
Sé que cuento con tus oraciones diarias. La sola base de mi confianza es el mérito de mi amado Redentor." (Shairp & Tait. 1873:204)
El 11 de marzo de 1851, Mackintosh murió en Carnstadt, cerca de Stuttgard, Alemania. Forbes escribió que "ningún evento desde hace mucho tiempo había impactado tanto en mí: él era un personaje de lo más santo". Después de su muerte, Forbes contribuyó en una de sus biografías, en la que aludía a la 1a de Corintios 13:
"Si tuviera que expresar mi sentir acerca de las cualidades de John Mackintosh en dos palabras, diría que eran: Amor y Verdad. La suya eran una verdadera caridad apostólica, que no se envanecía, no envidiaba, no buscaba lo propio, no pensaba en maldad, esperaba todas las cosas, creía todas las cosas, soportaba todas las cosas. No creo que ninguna forma de palabras pueda expresar de forma más exacta la cantidad de piedad que tenía hacia Dios, su amor al hombre, su humildad santa, su negación personal, llegando a ser en ocasiones una permanencia heróica. Su devoción a la causa de la verdad no era menos sobresaliente. Su determinación a "examinarlo todo y retener lo bueno," [1 Tesalonicenses 5:21] su libertad de la ceguera del espíritu partidista y su absoluta incomprensión de su maldad, eran sobresalientes en todas sus palabras, en todos sus escritos (me refiero a sus diarios y cartas), y sus acciones. Y aún su firmeza a resistirse a lo que estaba mal, su inquebrantable búsqueda por lo que él creía que estaba bien, lo hubieran hecho encajar con uno de los mártires de la noble armada." [James David Forbes, octubre de 1862. En el Prefacio de "The Earnest Student. Being Memorials Of John Mackintosh, Strahan &Co. 1863. p. XX - XXI)]
Después de meses de dar muchas conferencias y tener una intensa actividad con la "Royal Society Council Meeting", Forbes tuvo un primer síntoma de una enfermedad indeseada en los pulmones — un síntoma que, lejos de debilitar su fe, la reafirmaba (como en su momento ocurrió con Leonhard Euler):
30 de noviembre, 1851
"Esta mañana escupí sangre. No fue ni causada ni acompañada por ninguna tos, así que me inclino por la visión favorable de creer que no viene de los pulmones. Sin embargo el 28 de noviembre sentí gran cansancio después de dar una conferencia. Hay mucho en esto para que se agrave, y cuando considero que últimamente he tratado de hacer un esfuerzo para fijar mis pensamientos en cualquier cosa que vaya más allá de este mundo, y que la regulación de mis pensamientos generalmente ha estado lejos de ser estricta y efectiva, debo agradecerle a Dios por este recordatorio de debilidad y mortalidad.
Esto espero hacerlo sinceramente, aún orando, sin embargo, que esta visitación no sea de muerte. Leo la Biblia y otros libros con un interés y una aplicación para mí que no había sentido por mucho tiempo, y mi descuido de mi mayor bien me parece extraño y malvado. Oro fervientemente para que mi Dios me bendiga [con] este recordatorio de debilidad; lo más sorprendente es que me hace recordar mi enfermedad de hace ocho años que, ¡ay!, me ha dejado tan poca impresión.
Los principales pensamientos buenos que han pasado por mi mente en los últimos seis meses están relacionados con Las memorias de John Mackintosh. Que el mismo Salvador de quien él me habla desde su lecho de muerte, también sea mi apoyo cuando venga mi hora.
Suponiendo que este síntoma (porque es meramente un síntoma) sea un presagio de una enfermedad fatal, ¿no sería mejor que actuara ahora mismo, para que me prepare en caso de que así sea? Los síntomas de una enfermedad fatal vendrán y deberán venir en algún momento. ¿Serán más desagradables de lo que son ahora? Probablemente no. Cuanto más desagradables su interpretación es menos equivoca, a menos que Dios se agrade de cambiar mi corazón, para apartarlo de las cosas mundanas y me haga verdaderamente más adecuado de lo que ahora soy para el gran cambio. Oraré ardientemente que este día de reflexión sea un paso para ese cambio." [Forbes, 30 de noviembre de 1851. Shairp & Tait. Life and Letters of James David Forbes, John Campbell Shairp, p. 353]
La salud de Forbes en verdad agravó en diciembre y él estuvo muy delicado, a tal grado de caer en cama. Sin embargo, a mediados de enero de 1852, se había recuperado con los cuidados de su esposa y su familia. Por estos motivos, se mudaron los siguientes dos años a la ciudad de Clifton, donde Forbes respiraba un aire menos frío. En abril de 1853, Forbes escribía:
"Que Dios nos de gracia para confiar en Él — y esperanza hasta el fin. El Dr. Symouds es más amable que nunca... Dios nos ha visitado con tribulaciones muy grandes en forma de enfermedad, pero hasta ahora nos ha llevado sin ninguna pérdida grave. Estoy seguro de que la lección era necesaria, y confío en que puede trabajar con un debido efecto, aunque el castigo es doloroso. Mi propia salud continúa maravillosamente uniforme" (Shairp & Tait. 1873:357)
En 1854, la salud de Forbes se había restaurado completamente y volvió de regreso a Edimburgo. En el verano, volvieron a salir de viaje para visitar amigos y familiares:
"El 20 de septiembre llegamos a nuestra cómoda casa propia en Park Place, por la cual, doy gracias a Dios con humildad y sinceridad. Dios, que nos ha visitado con muchas pruebas, y nos ha llevado como los israelitas de la antigüedad de un lugar a otro sin ninguna morada segura, bendice, te suplicamos, nuestro regreso a casa, y concede misericordiosamente que las aflicciones y angustias de ese largo período de prueba puedan dar fruto en una vida más abnegada y piadosa, y que podamos tener nuestros corazones fijos en un lugar de descanso aún más perdurable, eterno, en los cielos, por el amor de Jesucristo". (Shairp & Tait. 1873:369)
El 12 de octubre, Forbes escribía:
"Verdaderamente puedo agradecer a Dios por haberme revelado los encantos escondidos de Su hermoso mundo, y podría vivir contento a cualquier edad con el recuerdo alegre de ellos". (Shairp & Tait. 1873:204)
Dos meses más tarde escribió a una amistad:
Park Place, 10 de diciembre 1854
"...Estoy muy agradecido de decirte que las cosas van bien con nosotros... Me sorprende lo bien que me va en mis conferencias. Más la dificultad que ahora tengo es con la gente que viene a verme después y se queda conversando más de una hora... A veces me siento agotado para ese día, o incluso para el próximo... Alicia está mucho mejor de lo que ha estado en mucho tiempo, esa es una cuestión de gran alivio y gratitud para mí, y los queridos hijos están todos muy bien. Así que nuestras mentes, por la misericordia de Dios, descansan en calma después de un largo tiempo de ir de aquí y allá. Cuánto tiempo pueda durar sentimos que está en sus manos paternales" (Shairp & Tait. 1873:360)
A mediados de julio, toda la familia se estableció en otra ciudad, Braemar, donde habían conseguido hacerse un lugar en la Iglesia Libre de Escocia. Forbes conoció al Reverendo Hugh Cobban, dueño de la propiedad a la que la familia se mudó, y con quien rápidamente entabló una amistad. En diciembre de 1855, Forbes escribía:
"Me sorprendo de encontrarme todavía aquí, y realmente agradezco a Dios por haberme dado la medida de la salud y el disfrute que todavía poseo." (Shairp & Tait. 1873:364)
Por la siguiente década Forbes siguió activo en el área de la ciencia, en la Universidad de St. Andrews, aunque cuidando de su salud. En 1868, después de una salud que decaía, la familia volvió a buscar una residencia con un clima del aire más cálido, y se mudaron a la ciudad de Hyeres, Francia.
El 13 de enero, sintiéndose mejor, Forbes salió a caminar por el pueblo con su hijo más joven, sintiéndose bien y disfrutando de las vistas y el aire cálido, pero de regreso a casa tomaron un atajo que resultó peligroso, empinado y muy rocoso, por lo cual el viaje fue violento. Después de ello, Forbes tuvo una ligera expectoración de sangre, y su energía disminuyó. Los siguientes meses pasó en cama, y casi no podía hacer esfuerzos. Dejó de trabajar, procuraba no hablar para no lastimar sus pulmones. En esa época se le ofreció la Presidencia de la Sociedad Real de Edimburgo, la cual rechazó. Su correspondencia casi cesó.
La familia decidió realizar un viaje más a Inglaterra para buscar un mejor clima para la salud de Forbes. Ese último viaje, que bajo todas circunstancias era peligroso en extremo, fue descrito en las palabras de su esposa, quien que compartió el momento en la obra biográfica acerca del científico:
"Un regreso de la hemorragia era muy probable que se produjera, y si hubiera ocurrido, con toda probabilidad hubiera sido fatal. Él era totalmente consciente de esto, de modo que el día antes de que empezáramos el viaje, escribió en lápiz, y colocó en las manos de su esposa un papel con instrucciones claras y distintas en cuanto a la forma en que iba a actuar en tal caso, y una vez hecho esto, con la sensación de que estaba en las manos de Dios, él tranquilamente se quedó con ellos... No había miedo o temor al futuro. Pocas veces he visto a alguien que tuviera la misma confianza simple y casi infantil de que todo estaba bien, siempre y cuando él se sometiera a y confiara por entero en su Padre celestial.
Es casi imposible para cualquier persona que no presenciara la dificultad de este viaje, entender la maravillosa lucidez y resignación del Director durante la totalidad del mismo. Debe haber habido tanta resignación de luchar con sus crecientes momentos de debilidad cuando él debió sentirse casi incapaz de cualquier esfuerzo, y listo para sólo desear permanecer donde estaba. Pero la perseverancia indomable de este hombre, y su firme convicción de que una Providencia omiso ordenada en todas las cosas, como se mostraran en todo momento.
El viaje nunca se habría logrado si en sus años iniciales y posteriores no hubiera hecho todo de Dios, y es una lección que los jóvenes que entran en la vida con orgullo de su fuerza e inteligencia harían bien en seguir. El de ellos puede no estar acompañado por el sufrimiento continuo durante mucho tiempo, tan pacientemente y aún así tan valientemente soportado por el Director, pero debe llegar a todos en alguna forma, tarde o temprano. Espero que puedan tomar como ejemplo de este gran líder en los caminos de la ciencia, y en completa sumisión sean guiados por su Dios y Padre."
(Shairp & Tait. 1873:441)
Al llegar a Inglaterra, Forbes terminó escribiendo con lápiz a uno de amigos más allegados:
Clifton, 13 de mayo, 1868.
"Estoy profundamente agradecido de estar en suelo británico una vez más, y no estoy preocupado por formar planes futuros. Es un futuro limitado, pienso, y lo dejo contentamente, tanto como pueda, en las manos de Dios." (Shairp & Tait. 1873:443-444)
En octubre del mismo año, Forbes presentó su renuncia a la Universidad de St. Andrews. El 29 de diciembre, a las once de la mañana, Forbes despertó repentinamente y preguntó por el clérigo "Mr. Mathers", y les recordó a su familiar "recuerden... que viene las doce en punto".
Desde una semana antes, Forbes había planeado ese día para recibir la "Santa Comunión," una especie de "confesión" última en el lecho de muerte, realizada por los miembros de la Iglesia Anglicana. Su esposa describió el momento (Shairp & Tait. 1873:447):
"Ninguno de los presentes podrá nunca olvidar la hora solemne. Sus cuatro hijos y yo, todos la recibieron con él. Él contestó a todas las respuestas, y los que oyeron recordarán, durante su vida, su último Amén."
Forbes partió de este mundo con la esperanza de Cristo el 31 de diciembre de 1868. Sus restos yacen enterrado en el cementerio de Dean en Edimburgo. La tumba está marcada por una simple pero grande cruz céltica de granito, y se encuentra en el lado sur del camino principal al oeste de el Redondel.
Su esposa, Alicia Wauchope (1824-1885),fue enterrada junto a él. Sus primos, Alexander Forbes Penrose y George Hay Forbes, fueron líderes de la Iglesia Episcopal Escocesa. Su hijo, George Forbes (1849-1936), también fue un físico, astrónomo y explorador.
Bibliografía
Fuente primaria y traducciones tomadas en su mayoría a partir de:
- John Campbell Shairp, Peter Guthrie Tait (1873), "Life and Letters of James David Forbes", Cambridge Library Collection, Cambridge University Press, Nueva York. Edición digitalizada de 2010. Google Books.
Fuentes secundarias: